martes, 27 de septiembre de 2005

Tributo al semidios pagano del viento

Sentado frente a la computadora, con el ventilador a mi izquierda encendido en el máximo, y no soplaba tanto, pues viejo estaba. Hace mucha flojera, tanto tiempo recargado sobre la silla frente al monitor haciendo cosas tan pasajeras que de aquí y de allá pertenecen, me traen y me llevan.

Quiero alcanzar mi mochila para revisar mi cuadernillo de tareas y ver si por fin habrá llegado el día en que me decida a hacer una. Está algo lejos y tengo que estirarme para sujetarla; pierdo el equilibrio y, como ejecutivo que llega rendido a acostarse sobre su cama, caigo yo tranquilo y casi flotando sobre el piso.

¿Mi silla? Por ahí está; creo que mi desvarío ante el fulminante mosaico y mis actos reflejos que, uno a uno y como imágenes que pasan rápidamente como una caricatura que corre, fulminantes pasaron uno tras otro desfilando sobre mí, hicieron que alguna de mis extremidades la hiciera a un lado en un vano intento de apoyarme sobre ella.

Estoy acostado con mi cabeza a los pies del rey ventilador. Sin el ventilador yo tendría mucho calor y harta necesidad de tomar vaso tras vaso de agua e ir a mi cama por ratos a recostarme con el fin de conectar el que tengo en mi cuarto. A ese ventilador le debo el que esté siempre creyendo frescura en el ambiente mientras trabajo en mi prolongada jornada informática.

Casi le debo la vida al ventilador: casi y sólo casi. Creo que le debo alguna ofrenda.

Mis pensamientos están ociosos pero ese no es un pretexto para que no le otorgue un tributo a su servicio. Estoy sólo, así que no se oye ruido alguno que perturbe la existencia de la vida en unos 2 metros a la redonda partiendo de mí. En voz alta comiento a recitar:

"Paso número uno: prepararme mentalmente".

Y comienzo a cavilar sobre la antiquísima necesidad del ser humano de alterar el clima para adaptarlo a la temperatura estándar de su cuerpo. Pienso en los intentos que desde la prehistoria viene haciendo para refrescarse: un cavernícola que toma un retazo de la piel de algún mamut que hace algunos días habrá cazado para soplarse con él, o de un campesino bañándose en un río sucio, que es lo único que tiene a su alcance.

Pienso en los antecedentes del ventilador: los abanicos, las palmas de las manos que se agitan entorno a la cara o manipulan la tela de las camisas, así como también recuerdo el salir al aire libre para tomar aire fresco.

De igual forma me voy por el legado que dejará el ventilador para reemplazar su ausencia: un aire acondicionado cuya variación climática que puede producir en una instancia, manipulamos a nuestro entero gusto, dándonos frío o calor, respectivamente.

Pienso en el viejo ventilador que tengo cerca de mí, esperando una orden y acción mía para comenzar a marchar sin descanso, no sino hasta que yo le de la orden de que puede descansar.

Creo que ya estoy preparado mentalmente.

"Paso número dos: calentamiento".

Y muevo mi mano izquierda. Mis dedos toman posiciones y secuencias tanto variadas como monótonas cada una. Los muevo de arriba hacia abajo un tiempo, los flexiono, los pongo rígidos a toda consistencia y otros ejercicios aptos para dedos de mano derecha.

Suficiente, se pueden cansar.

"Paso número tres: tomar una posición concisa".

Estoy acostado de espaldas contra el suelo viendo hacia el cielo raso, el techo de concreto de mi casa que tiene la luz encendida debido al próximo oscurecimiento del cielo, provocado por la ausencia del sol en el entero mundo occidental, mientras que los noruegos concluyen su madrugada.

Me giro un poco hacia la izquierda... ¡vamos!, ¡yo sé que puedo! Vaya que es difícil.

Ya girado el torso completo y con cabeza apuntando a los pies del ventilador mirando sus cuatro extremidades de que depende la fijeza y firmeza del ventilador, accedo a leventar mi mano. Es un movimiento lento: ¡qué mano tan pesada! En la luna este problema de presión sanguínea que desciende de mi mano a mi hombro al cambiar de posición no estuviera desempeñando un papel pétreo en el proceso.

Lentamente la voy subiendo en un movimiento giratorio. La muñeca desiste y deja de emplear fuerza para imponerse en la elevación que necesito. No importa, todo el resto del brazo se apoya en mi hombro y asciende sin problemas, pero hay que forzar a la holgazana muñeca a que siga el paso, de otra manera iría adquiriendo malos hábitos... ¡se irguió!

Sube... sube...sube... y ahora es el brazo el que quiere desistir.

Una cosa es que la débil pero necesaria muñeca quiera permanecer en el suelo tirada como su propietario, y otra cosa es que sea el brazo el que no se quiera mover, pero eso no puede pasar así, la fuerza del brazo no me intimidará. Lo afronto, empleo todas mis fuerzas y mis ganas intelectuales anti apáticas. Lo logro levantar hasta que alcanza su cúspide colocado verticalmente a unos 90 grados con relación al suelo.

"Tercer paso: acomodar los llamados 'elementos últimos'".

Me posiciono cómodamente con algo de trabajo sin mover el brazo que tanto tiempo me ha costado mandar, no cambia mucho mi estado ni mi posición. Creo que ya está.

"Cuarto paso: realizar la operación".

Al fin el ventilador tendrá el tributo que merece. Esta vanagloria no puede ser arruinada por nada ni por nadie, las circunstancias son propicias.

Estiro un poco mis dedos, los enfoco al ventilador que oscilante está fijo en donde antes yo estaba sentado y hago un leve levantamiento que se vale del omóplato derecho.

Se levantan más y tocan la protección del ventilador, aquellas varillitas de fierro en su entorno. Prosigo.

Cruzan las fronteras y se aproximan mucho a sus aspas inquietas. Ya siento la presión de rechazo de ellas, pero no pienso ceder.

Es mucho el desatino pero sigo imponiendo mis fuerzas al 'venti'. Logro rosar una de las aspas y mis neuronas sensitivas comienzan a enviar una serie de transmisiones eléctricas a la médula espinal, quien las conduce al cerebro para que las analice y las compare con otras sensaciones y conocimiento empírico que haya registrado durante un historial de quince años.

No importa, ya es demasiado tarde, mis tres dedos más grandes de la mano diestra están muy adentrados al ventilador para ser retirados.

Veo cómo las aspas rosan y raspan mis dedos, primero ocurre un proceso rapidísimo en que ellos quedan rojos por la fricción, después comienzan los raspones y la triste liberación de mis células.

Esto es increíble, tantas tragedias ocurriendo en el mundo, tantos enamorados que se besan, otros cuantos que confiezan su amor y muchos más que restriegan en la cara de la pareja lo arrepentidos que están de conocer a un ser humano tan horripilante y semejante a ellos.

Mis dedos parecen segregar sangre que corre por ellos deslizándose a lo largo de toda la palma de la mano hasta llegar a la zángana muñeca. Otros tantos quedan en el ventilador esperando secarse en medio de todo ese movimiento, para mezclarse con la suciedad y albergar bacterias cuya morada será aquella sangre pútrida, rodeada de soldados anticuerpos muertos y con las armas en sus manos sin vida.

Otro tanto vuela por los aires, aquellas partículas que nadie ve, pero que giran con el ventilador.

Mis dedos están demolidos, yo tengo mucho sueño, así que me tiro al suelo mientras ellos se vienen conmigo. No sé qué es el dolor porque reprobé ciencias naturales, así que no puedo decir si lo siento o no.

Cae mi mano conmigo batiéndo más el ambiente y mi persona de sangre, pero yo ya estoy dormido y demasiado cansado para quejarme, además, quién sabe si lo que siento es dolor, placer, ira, venganza, sed, hambre, ganas de vencer al mundo o sentarme, como dicen, en la banca a ver cómo desfilan los triunfadores.

Estoy soñando uno de los sueños que cuento en el blog de mispesadillas.blogspot.com, quizá sueñe con una mano sangrienta que me acosa por un pasadizo de aspas que se mueven queriendo cortarnos a ambos.

No lo sé, sólo sé que duermo mientras mi mano sangra sobre el suelo, descansando ante el ya tributado ventilador.

Ese ventilador se merece mis respetos, y, de paso, mi mano.

Hilsen

jueves, 22 de septiembre de 2005

Amor

Voy a recopilar una historia que nunca he escrito ni narrado completamente. Ahora que reviso mi diario y veo la clase de apuntes que tengo me doy cuenta de las experiencias que da la vida.

Cuando iba en primer año de primaria me cambiaron a su mesabanco, yo estaba sentado junto a ella, éramos buenos amigos y platicábamos con los dos compañeros que estaban sentados frente a nosotros (ocupábamos el lugar de hasta atrás en la fila). Todo eso fue cuando yo era inocente, cuando era tan sólo un niñito que reía, cuando tenía mi vista perfecta. Yo la hacía reir y ella me hacía reir. Siempre estábamos platicando de cosas de niños de 6 años, del libro de Juguemos a Leer que en aquel entonces era mi favorito (cada rato leía sus dos versiones, la de lectura y la de práctica). Al principio no creí adaptarme, como suele pasar, pero al día ya estaba platicando muy a gusto.

Mi amiga.

Cuando entramos a segundo grado comenzé a sentir algo por ella, era un no sé qué que me atraía, siempre volteaba a verla. Chiquita, peinada con una pasada y listo, ordenada y con su cuarderno limpio. Era un ambiente algo calmado, sin tensiones, sin mucha tarea: segundo grado de primaria.

En tercer grado comenzó la revuelta entre los niños. Un chico nuevo que entró y otros más se comenzaron a fijar en ella. Era considerada una de las más bonitas del salón, y con mucha razón: además de tener una carita tan linda, era una buena persona, siempre ayudaba a todos en lo que podía, nunca se burlaba de nadie ni se ponía a criticar, su vida eran unas amigas con las que se juntaba, una libreta ordenada y un alma verdaderamente espléndida.

Cuarto grado. Más controvertida, muchas más risas, más locuras.

En lo que respecta a cuarto, quinto y sexto grado, ella alcanzó un lugar verdaderamente ancho en mi vida: mis dos diarios están dedicados principalmente a ella: notas de niño que hablan de ella con una inmaculada inocencia.

"Querido diario, hoy ella me pidió la hora..." eran las notas que mostraban lo alegre que me ponía. Cosas como esas me mantenían animado el resto del día.

"Hoy la vi haciendo gestos hermosos..."

"Hoy casualmente me miró a los ojos..."

"En la posada del día del niño ella me repartió la bolsa de dulces..."

"Estaba descepcionado porque la vi platicando con otro niño..."

"Me sentí estúpido porque no me salió bien mi peinado, creo que se dio cuenta..."

"En los ensayos para el vals de graduación practiqué con ella un par de veces..."

Es la clase de notas que contiene mi diario en su mayoría.

Desde segundo grado ella nunca se dio cuenta de nada (o al menos eso creo), no le dije nada, no le dije lo especial que era para mí. Nunca me hizo caso, para ella yo era un alumno más en el salón.

Pasó el tiempo y casi al final de la primaria me dejó de gustar, de un día para otro.

Cierto día me encontraba mirándola en secreto como siempre, y, de repente, muy de repente, me pregunté: ¿qué le miro a esta niña?, ¿qué es lo que le he estado mirando todo el tiempo a esta niña?

Por fin mi suplicio había terminado, pues de otra forma hubiera sido la tortura más agonizante y despiadada la que hubiera sufrido en la secundaria al ver cómo se atiborraba de pretendientes.

Un día se lo dije por chat, ninguno de los dos ya le dio mucha importancia.

Nunca, hasta ahora, he amado a alguien con tanta fuerza y por tanto tiempo como a ella.

Debo admitir que fui muy fuerte al aguantar cinco años callando eso que sentía.

El tiempo y la adolescencia la marcaron, ahora la veo como otra muchacha cualquiera que se pone pantalones de mezclilla y baila música disco.

Mi amor por ella era noble, nunca sentí algún tipo de atracción o deseo sexual, simplemente quería estar sentado junto a ella, o, lo que era mi fantasía: recostarme a ver las nubes mientras ella duerme a mi lado.

Ella la sabe quién es, pues se lo dije, y, si de casualidad llegar a leer esto: ¡Perra! Yo te quería mucho, te quería por lo que eras, no como esa manada de niños que sólo veían tu cuerpo y tu popularidad. A mí nunca me importó tu situación, yo quería lo que había dentro de ti. ¡Qué mal elección hiciste al tomar por novios a esos miserables imbéciles ignorantes sin metas! Me alegro de ya no estar enamorado de ti. Fue a ti a quien más amé durante tanto tiempo, en secreto, callado siempre viéndote, cómo la vida te iba cambiando. Fue una etapa muy especial para mí.

Yo no estaba interesado en besarte ni abrazarte, me conformaba con estar sentado junto a ti, aunque no me voltearas a ver, era más que suficiente que supieras que yo estaba ahí. No sabes por lo que pasé.

Recuerda que nunca vi tu hermoso cuerpo, ni tus labios tan perfectos, ni esa sonrrisa que siempre mostrabas. Yo veía algo en ti indescriptible, más allá de tu comportamiento. Ambos nacimos el 19 de Enero de 1990 y tenemos la misma cantidad de letras en nuestro nombre y la misma en nuestro par de apellidos.

No sé qué tipo de magnetismo había en mí, pero me alegro de ya no tenerlo. Estaba tus pies, te quería por dentro, infinito. ¿Qué hiciste? Anduviste de novia con un maldito que una vez lo vi robándole un libro al maestro de español, que te aseguro ni leyó, o a otro que sólo le importaba fajarte. Todos veían tu cuerpo y tu "popularidad" lo quieras admitir o no.

Si supieras cuántas de las notas en mis diarios hablan de ti, y cuántas veces me la pasaba en clase, y en la casa y mientras dormía pensando en ti. Soñé contigo varias veces, sueños hermosos todos. Qué amor el que algún día sentí por ti.

¡Ríete de mis malditas cursilerías!

sábado, 17 de septiembre de 2005

Se busca fonema

RECOMPENSA

Se busca una Semiconsonante Sonora Vibrante Larga Oclusiva Alevopalatal Abierta Nasal Fricativa Bilabial Alveolar Labiodental Africada Velar.
Viva o muerta.
Se sospecha de una B Palatal Cirílica Fricativa Nasal familiarizada con la Ść polaca.




La recompensa es de una cuenta Gmail. Para mayores informes, dudas o la entrega de la letra, contactar por medio de los comentarios en este post.


Hilsen

domingo, 11 de septiembre de 2005

Un nuevo miembro familiar

Hubo un día, de hace ya un buen tiempo (y cada vez más) estaba, como siempre, sentado en este mismo lugar y con la misma silla, junto al monitos leyendo. La situación era la misma de hace unos momentos: estaba acompañado del silencio que era cada segundo bloqueado por el sonido de mi respiración, aunado a el "chak" del teclado y el "tic" del mouse.

Mi mamá y mi hermana llegan de la misma forma que hace rato: muy activas para como yo conservo el ambiente cuando estoy sólo, platicando de muchas cosas que extrañamente no recuerdo, aunque son de las mismas que hace unos momentos, pues lo que me decidió a bloggear esta sensasión de una vez fue porque se volvió a repetir, casi de forma exacta.

Aquella vez, como ya dije, me encontraba encasillado en los asuntos que tenía aquí, frágil a cualquier cambio de humor provocado por alguna mundana impertinencia que atravesara mi concentración. Llegan mi madre y mi hermana con algo más entre las manos que no produce ruido ni molestias.

Me lo mostraron y sugirieron que mirara, cosa para la que me resistí, pues ya sabía de lo que se trataba. Lo subieron al escritorio donde tengo postrada la máquina para que yo lo apreciase mejor: un perro chihuahueño casi recién nacido: una rata con cara da rata que hasta ahora conserva.

Era tan frágil y tierno, tan indefenso. El ser humano hasta ahora no ha podido alcanzar una velocidad de 100 kilómetros por hora en un segundo, pero yo si logré tensionarme y encabronarme a 1000 en menos de uno.

No necesité ni tiempo para reflexionarlo, pues al instante en que hice consciencia del asunto, vinieron a mi mente como una flecha que da en el blanco una cascada de pensamientos, que me asaltaron y me ultrajaron el cuerpo y las sensaciones cual lluvia de granizo duro y frío cae en un invierno como los que no se producen aquí.

Lo vi todo en un segundo:

Mi madre y mi hermana adorando a ese perro, queriéndolo. ¡Pum! Otra imagen veloz: mi hermana limpiando su suciedad, ciega de la ira y queriendo matar al perro. Mi madre y mi hermana iracundas hacia él.

Yo no lo quise aceptar y les alcé la voz desconcertado pidiéndoles con la mirada alterada que lo quitaran del escritorio, pues ya veía el futuro inevitable.

Para ese entonces ya teníamos a Sálem, y de hecho creo que Salem estaba con nosotros desde hace años, así que le lleva mucha ventaja en edad. Lo quitaron mientras mi madre me preguntaba que por qué era así, que por qué me enojaba tan rápido.

Pasaron los días y, como es costumbre de un animal incapaz de entender reglas tan complicadas como las nuestras, no es adaptable en cuestión de días al entorno, de modo que osaba en ensuciarse por donde viera más cómodo y orinar lo que sea. Mi madre se molestaba demasiado u limpiaba.

Ocurrieron otras cosas que prefiero no decir, el caso es que mi madre poco a poco cesó por los corajes que le hice pasar yo al detenerla hasta por la fuerza para evitar que maltratase al perro. Aunque admito que sus argumentos eran demasiado fuertes y razonables, nunca pude soportar el oír lloriquear a Rey por sus golpes, y siempre que comenzaba a hacerlo yo me irritaba, me ponía atento a lo que hacía y comenzaba a sudar descontroladamente despidiendo ese olor característico de las peleas duras.

El perro ahora conoce más o menos las reglas, y mi madre lo quiere, ahora sólo le llama la atención por razones justas y... todo lo que concibo.

Mi hermana, que apuesto la cabeza a que fue la de la idea de traer al perro, siempre es ella la que impulsa a mi madre a los gastos inútiles, además mi madre no cedería ante la propuesta de tener una mascota, pues sé aseguro que con Sálem ella tenía suficiente.

Mi hermana, ella, es precisamente quien más le grita y lo rechaza. Cierta vez le pregunté que si le caía bien el perro y me dijo que no, que le parecía muy estúpido. Ahora es ella a quien no le simpatiza el perro, y hasta podría decir que lo odia.

Yo busco cualquier oportunidad para mirar desde lejos sus ojos negros, grandes, redondos y ansiosos, pues valla perrito latoso que salió. Cuando necesito un pretexto para dejar de hacer mi tarea, voy a sentarme en la silla del corredor de alado para llamarlo, acariciarlo, decirle de groserías que él no entiende, decirle que lo quiero y jugar con él un rato hasta que se me irrita el brazo, me rasga algo de piel o simplemente me aburro de que me pique las manos con sus mordidas.

Hoy estaba sólo, viendo la película de Matrix (quizá mañana termine de ver las otras dos que renté), después de bloggear en la otra bitácora el que haya terminado el programa del Código del César.

Es de noche, sólo y a sabiendas de que mi madre y mi hermana llegaran en cualquier momento. Se dio el caso, llegaron, yo no estaba (ni estoy) de mal humor pero ella así lo diagnosticaron por mi típica fría recibida. Rápidamente me vine aquí a mis asuntos y oigo maullidos.

Mi hermana me comunica de muy buena gana que tenemos un nuevo miembro de la familia, que volteara para verlo, y se puso tras mi hombro izquierdo con la criatura en sus brazos, cerca de mi cabeza.

-Quítamelo de aquí -le dije tan iracundo que guardé la calma en todos los instantes. Sólo faltó que lo subiera en el escritorio este para que lo pudiera ver mejor, y de hecho, cuando le dije eso, ni siquiera aparté mi vista del monitor, pues no sentía deseos de ver a la criatura.

Lo que me vino a la mente en ese instante no fueron recuerdos y un mar de imágenes, sino las escenas de la experiencia pasada, cuando me presentaron por primera vez al perrito Rey.

El gato comenzó a maullar, el perro se desesperó de curiosidad; él es muy latoso e inquiero: hiperactivo creo que sería el término más adecuado.

Ahora lo que tengo es dura: ¿qué suerte tendrá el gato en la casa?

Para los que han tenido gatos en su casa, uno primero y después otro, sabrán que el primer gato se pone "celoso" por el nuevo invitado y tiende a marcharse. Afortunadamente los celos de Sálem duraron, con respecto a Rey, unos días, ya que después volvió y hasta jugaba con él cuando Rey era más chico. Ahora que rey está en los cambios hormonales, más grande, Sálem sólo se dedica a lo de siempre, ignorando con sabiduría al perro.

¿Qué destino le deparará al gatito?, ¿qué nombre tendrá?, ¿qué efectos causará en Sálem?, ¿qué reacciones tendrá el hiperactivo Rey?

Por ahora no puedo decir nada más. El libro que se está apunto de abrir contiene páginas que el tiempo irá leyendo.

Hilsen

sábado, 10 de septiembre de 2005

En la clase de ACCO

Una prueba nos hizo el maestro: velocidad. Con un cronómetro midió nuestro tiempo y corrimos una distancia de no sé cuántos metros. Él nos dijo muy claramente que cuando estuviéramos cerca de la meta, no hiciéramos como varios que comienzan a desacelerar el paso (los parodió), pues con eso hacíamos más tiempo.

Todos los que corrieron y sin excepción, hicieron eso. Cuando me tocó correr a mí, llevaba sus palabras en mi mente: "no te detengas... no te detengas..." y recordaba cómo Ana Gabriela Guevara desaceleró en una de sus carrerar y quedó rebasada no recuerdo si por Katy Freeman o por quién madres.

Iba cerca de la meta, recordando esas palabras y recordando a Ana Gabriela que en una carrera la vi que frenó mucho después de haber pasado, casi en la curva de una vuelta que no le correspondía, quitó velocidad y comenzó a hacer señales de triunfo en honor al primer lugar que había obtenido.

Corrí y corrí lo más rápido que pude (qué tonto: sabía que me tocaba Educación Física y me puse zapatos, ¿cómo pudo ser eso?), extensos segundos mostrando mi ahora carente velocidad (pero que mejoraré). Estaba cerca de la meta, ya veía muy, muy cerca los conos invertidos de color anaranjado con rayas negras que delimitaban un segmento perpendicular a mi trayecto.

Frené para no pasarme de la meta y sentí cómo el escuadrón de segundos que como fieras querían devorarme, me superaron como Ana ha superado a varias corredoras en las carreras.

Me reproché a mi mismo y vi cómo el resto de los hombres y las mujeres frenaban siempre.

Qué gracioso, ¿no?: frenar antes de la meta. Qué gracioso resulta ver que este test muestra cómo es, al menos, la humanidad mexicana, pero seamos sinceros con nosotros mismos y notemos cómo ocurren las cosas a nuestro alrededor.

¡Qué maldita tendencia de los hombres es esa de rendirse justo a unos pasos de la meta!

Me acuerdo de la película que hacía honor a los sobrevivientes de un choque de un avión en los andes, aquellos argentinos que tuvieron que comer a sus semejantes para sobrevivir. En una escena, tres tipos se habían hartado de estar viendo morir a sus compañeros y a sí mismos en el destrozado avión, sin comida y mucha agua a su alrededor (la nieve, por si alguien no entiende). Se habían marchado y uno de ellos agonizante se tumbó en el piso y les rogó a los dejás que siguieran sin él. Ellos aceptaron, caminaron un trecho más hasta llegar a una montaña, dejando a su amigo muerto, y vieron a lo lejos un gran valle verde.

Aquella necedad de los seres humanos de rendirse junto cuando están cerca de la meta parece ser algo natural. Claro, a veces tienenes una victoria tan segura que aunque pierdas ritmo, la ganas, como yo, que mi victoria era llegar a 8 segundos aquella distancia, y llegué, pero con centésimas de retraso.

A veces la persona frena tanto en sus metas que sucumbe y pierte, en otras hace un frenón tan corto y breve que apenas y se nota.

Entre más prolongado sea el desritmo (me acabo de inventar esa palabra) en más desgracia obtendrás tu ya mediocre victoria.

¡Álzense los triunfadores!

Hilsen

Mis amigos

Bueno, en un post ya mencionaba algunos nombres ficticios de mis amigos. Ahora en este voy a poner los nombres de cada uno de mis amigos, compañeros y enemigos, pero en versión pirata, pues creo que por respeto habrá que anonimar los originales. Debido a que voy a exponer algunas de sus hazañas y torpezas, prefiero reservar sus nombres por respeto, como ya dije:

Darío. Un pendejo que bloggea.

David. Alto, moreno, algo corpulento y a medias calmado. Buena onda.

Monserrat. Niña simpática prietita de lentes, sociable y amiguera.

Juan. Un amigo, delgado, cabello corto, piel clara (mas no blanca), algo tímido, no le gusta meterse en broncas, pero tampoco es el "callado" del salón. De hecho, creo que no hay callados en el salón.

Jesús. Delgado, estatura media. Aunque no es el gran desmadre, yo no me fiaría de su apariencia de calladito.

Gustavo. Moreno de cuerpo atlético, aunque no tanto para los estudios. Desmadroso.

Lucero. La que por ahora me atrae: cumplida, de voz algo intelectual, bien buena onda, carismática, de fiar y tierna. Me cae muy bien.

Conforme tenga la necesidad voy a ir actualizando la lista.

Sueño estúpido

La ESTI8, donde estudié la secundaria, tenía una alarma para dar los toques, la cuál sonaba como una alarma de carro: uiuiuiuiuiuiuiuiuiuiuiuiuiuiui...

Una vez estaba recargado en la planta alta viendo a los de abajo, con un amigo esperando a que entráramos a clases. Mi amigo gritó: "aaahhhh" fingídamente. Me dijo que estaba trahumado por la alarma, dijo que a varias horas sentía como en sus oídos retumbaba aquella alarma que no existía, además, cuando gritó la alarma no había sonado, ni acababa de sonar, por lo que fue peor. Yo también lo entiendo, puest0 que también me ha pasado que, en un silencio sordo, o en un momento cavilativo, resuena el eco en mi mente de la alarma, anunciando el cambio de clases.

En el CETIS, mi amada prepa, de la que soy esclavo de grupo, tiene como campana otra alarma de carro, pero a diferencia de la de la Técnica 8, esta alarma es algo más que el simple uiuiuí: acércate a un carro más o menos flamante (dejémoslo en incendiado), toma un garrote de madera y golpéalo, o uno de aluminio (o acero) y dale en el cristal: uiuiuiuiuiuiuiuiuiuiuiuiuiuiuiui... tuuuuuriiiiiiiiruuuuuuuuriiiiiiiiiruuuuuuuuriiiiiiii... tíu tíu tíu tíu tíu tíu tíu tíu... uuuuuiiiiiiiiiuuuuuuu uuuuuuuuiiiiiiiiiiuuuuuu uuuuuuiiiiiuuuuuu rou rou rou rou rou rou rou rou rou rou... torúuuuuuuuuuuuu torúuuuuuuuuu.

El lugar en que vi por primera vez una de las alarmas del CETIS fue junto al patio cívico, como siempre, a un lado de un salón en la esquina de la planta alta (al lado del mío hay una, pues estoy en el salón Uno).

Le dije a Juan y Jesús en broma que esa alarma era la grabación del carro del director, que no sabían qué sonido ponerle a la alarma y al carro del director se lo estaba llevando la grúa y por lo tanto estaba sonando la alarma aprovecharon para hacer una grabación que era lo que oíamos.

Ellos rieron.

En seguida me dice Juan que no, que el cable que daba a la alarma estaba conectado a un carro y que la transmisión era directa.

Ahora yo reí con más ahinco.

Una o dos noches siguientes soñé que me encontraba frente al patio cívico, donde criticámos a la alarma. A bajo de ella había como una casita chiquita, como del tamaño de un baño improvisado. La alarma de coche sonó y yo vi cómo en la casa había un señor que tomaba el otro extremo del cable de la alarma y lo conectaba a un carro que estaba ahí mismo estacionado.

Les conté el sueño a Paco y Jesús y se rieron. "Pinche sueño estúpido", me dijo uno de ellos, y era verdad.

Hilsen

El Desmembre de una Hoja

Una bella libreta tengo,
redimida y ausente a impuras letras.
Limpias y blancas están sus hojas;
de rayas es la libreta.

Hojas inmaculadas y vírgenes,
despiertan en mí un placer morboso,
aquel placer de desaparecerlas vírgenes,
aquella desdicha de no brindarles
la gracia de ser sabias.

Voltear la libreta y comenzar al revés:
desde la última página hasta la primera.
Tomo una por el lado superior con respecto al resorte
y me preparo.

Hago que yazga en una tortura
al desmembrar sus vanos sostenes en el resorte.

Veo cómo, en el silencio de la clase,
que bajo amenaza de la maestra se encuentra,
surge frío y lastimero el chillido de una hoja que se desmiembra,
que abandona la libreta para irse al planeta de las hojas.

Ahí, donde están las hojas
que enteramente llenas de sabiduría
lucen sus despampanantes líneas.

Ahí, donde están las hojas
que enteramente puras y virginales
perplejan con su lúcida blancura.

Muere una.
Muere otra.
Y muere otra.

Las cabezas
perdidas en el limbo
voltean curiosas e ignorantes
impertinentes ante la masacre.

Paradoja:
La maestra voltea
quitándose los lentes
para observar mejor.

Sé que me están viendo.
¡No!
Sé que lo que ellos ven es mi hazaña,
mi atrevimiento,
mi crimen.

No volteo
y me provoca pudor,
me provoca pudor el que los demás vean
que a las vírgenes destierro de la vida.

Rápidamente desmembró a una de su resorte;
lentamente provoco chillidos estridentes en otra,
gozo al ver cómo el papel se destroza lentamente,
separándose entre sí, desmiembrante.

Por respeto apilaba las hojas
que lisas y luminiscentes
a sus hermanas ánimos daban.

Por pudor les di la espalda
y con desprecio y despiado y tiranía
las dejé caer al suelo una sobre otra.

Como las plumas de un ave muerta,
como la alfombra mágica
que de su energía ya no se basta.

Como el pichón que intenta volar
y por la montaña cae.

Una sobre otra,
una junto a otra,
una sin la otra.

Regadas se tienden
mientras su asesino
impune ya ante los mudos tontos que lo ven
desmiembra hojas.

Desquiciado y a sabiendas de que observado es,
centra sus ojos en la libreta y sudando
la vida que no concedió se atreve a arrebatar.

Toma las hojas con sensualidad,
las acaricia y con su tosca mano
conoce su geografía.

Como las lágrimas de un torpe gigante,
y como las hojas de un árbol otoñal,
virginales e inmaculadas se postran
rendidas ante el macabro.

Sudor y pudor;
como la vida y la muerte;
como la muerte.

Es la muerte.

Hilsen

VHS'

Aquí en mi casa tenemos tres videos en versión Beta del cuerpo humano, cuando era chico quería que los pusieran mis padres para ver las cintas pero me dijeron que no se podía porque nuestra videocasetera sólo admitía formatos VHS y que además la Beta era muy pequeña. Para ese entonces los formatos Beta ya no eran usados, y hasta ahora tengo aquellos videos en su enorme estuche, como libros gordos, empolvados y sin nadie que se acuerde de ellos debido a que han sido por tanto tiempo inútiles que ahora ya son una de aquellas partes de la casa que pasan desapercibidas.

Aquello era cuando yo tenía mis siete años. Teníamos una videocasetera en la que poníamos las VHS' que rentábamos, e inclusive grabábamos programas que nos gustaban en cintas vírgenes.

Ahora, como pueden notar, la era de las videocaseteras está ya marchita e agonizante. Me inquieta la idea de saber que en mi vida he logrado presenciar la muerte, la extinción de las VHS' que en un tiempo gobernaron el mundo de las películas. Ahora tenemos un aparato que lee VHS' y DVD's.

Ya has VHS' se ven como algo obsoleto, como los discos grandes y negros cuya extinción me tocó vivir cuando era aun menor; he visto el adelanto de la tecnología y conforme fui creciendo y concienciando más mi entorno vi cómo las revoluciones científicas han imperado con ayuda del capitalismo sobre la sociedad.

Ahora que voy a rentar unos DVD's el joven que atendía me informó e informó a una señora que pensaba rentar una VHS que, debido a que estas ya no están en uso, todos los centros donde rentan películas las están limpiando con una máquina para venderlas en 30 pesos al público, siendo que a mí la película de Amadeus que me compró mi madre hace unos 5 años, y que por cierto es más que vieja, me salió en 45 pesos.

Las VHS' y los discos enormes negros que de muy chico aprecié y usé, son ahora un vestigio "de las civilizaciones pasadas" que cabida más no tienen en el mundo cada día más frio y vacío.

Todas las VHS' limpias están expuestas en los centros esperando a que el público se las lleve para encargarse de hacerlas desaparecer dentro de unos años (o meses) porque ya ni necesidad hay de rentarlas si en la tele las están pasando.

Yo personalmente espero adquirir algunas reliquias de esas como lo son las series de La Profecía y El Padrino, que dicen ser muy buenas.

Y de hecho el CD ya está siendo cambiado por los USB en caso de información y el MP3 en caso de música (el cuál se revoluciona a MP4), y los DVD's cambian al nuevo CD más compacto y pequeño.

Veo una imagen borrosa y blancusca en que los jóvenes se burlan de los viejitos que ven VHS' y escuchan discos negros.

Hilsen

jueves, 8 de septiembre de 2005

Jaime Rotafolio

Recuerdo que cuando iba en la secundaria creé un nombre que de nick y mail no me iría mal: Jaime Rotafolio.

Es la versión mexicana de James Bond.

Con el nombre creo que no hay problema, pero por cuestiones de léxico defino: El papel bond es el famoso papel grande, ya sea en blanco o cuadriculado que se usa para trazar textos y planos expositivos, y también recibe el nombre de Papel Rotafolio.

Ahora que estamos ocupando mucho el Bond en la preparatoria para exponer, con eso de la "nueva reforma curricular" que tanto se menciona, se me vino a la mente aquella tontería de tantas que se me ocurren.

Hilsen

miércoles, 7 de septiembre de 2005

Denizli

Hace una semana estábamos algunos en el receso: yo inventando cosas con un celular prestado, otros compañeros atrás platicando, varios comiendo y unas viejas chismeando.

Y en un momento azaroso de los veinte minutos de libertad que se nos otorgan llega el conserje, un señor alto, muy moreno, corpulento, complexión recia, un estómago colosal, cabellos chinos y carácter duro:

-Cuando vallan a comer, salgan a fuera; no es tanto porque rieguen su comida o tiren su agua, sino cuando derraman un refresco... miren -señaló varias zonas en las que se reconocía un derrame de refresco: partes del suelo ennegrecidas como si aceite derramado se hubiese-. ¿Dónde está el jefe de grupo?

Levanté la mano.

Me dio indicaciones, más bien, me hizo responsable de lo que pasara si los bellacos del salón seguían comiendo adentro y me "advirtió" que me iba a acusar con el director si alguien derramaba refresco, me señaló con su dedo índice mientras me decía eso. Sus ojos negros que en los míos se clavaban mostraban la seriedad que sus palabras pretendían transmitir.

Y algo que misteriosamente no me molestó al verlo, ni me molesta al recordarlo, es como, después de la reclamación que me hizo, casi todos seguían comiendo en el salón como si aquel huésped nunca se hubiera aparecido.

A regañadientes fui a decirles a todos que salieran a comer a fuera, los de hasta atrás, que por el momento no tienen nada contra mí, aceptaron terminarse sus alimentos afuera, las chicas de hasta en frente no necesitaron de mis súplicas, y de las chismosas de hasta el fondo tuve que reportar a tres para no repetirles la instrucción.

Al día siguiente me encontraba adherido a mi silla vigilando el Input/Output de estudiantes al aula para hacerlos pasar por una máquina que detectaba alimentos que compré.

Sentado en mi silla, con la cabeza recostada en la paleta y los brazos cubriéndola, intentaba descansar de las desveladas que hasta ahora me siguen mortificando; tenía los ojos cerrados e intentaba dormir a sabiendas de que no lo iba a lograr. De pronto, instintivamente alcé mi cabeza con un movimiento rápido, como si me hubieran espantado. Mi mirada al frente hizo que una chismosa del fondo pero de la parte izquierda (del grupo de Yemimah) dejara de mirarme para colocar su vista en el suelo y aceptar la culpabilidad de un alimento que torpemente escondía en la palma de su mano que más a la vista no podía estar.

Caminó cínicamente hacia el fondo, aceptando también que yo la estaba viendo de reojo. Hice un gesto mental de irritación. Dejé de verla de reojo para girar mi cabeza estrictamente a donde ella se pensaba sentar. Ella me volteó a ver y leyó lo que mis labios insinuaron: "...afuera...".

La dejé de voltear a ver para perder mi vista en el limbo, enfocados en otros asuntos que tenía y tengo que atender, como la bronca de las credenciales; pero eso no impidió que oyera sus indirectas: "(murmureos)... AFUERA... (más murmuraciones bajas)... AFUERA..." y así le siguió.

Yo estaba irritado con ella, y aun sostengo que es una adolescente cualquiera con kk...huate en el cerebro. Un par de días después siguió con sus mismas indirectas, ambas recalcando la palabra "AFUERA". Es obvio que, aunque ni siquiera proferí sonido alguno mientras le daba la orden, la seriedad de mis facciones y la solidez de mis labios llegaron hasta ella como la fría mirada del conserje que tomó vuelo en mi mente.

La inmadurez de Denizli era algo que no me sorprendía, pero sí me molestaba, pues son precisamente las más chocantes las que me ponen de malas.

Días más tarde (ayer), la maestra de LEOE (Español) entregó un trabajo de una breve autobiografía nuestra hecha en hojas blancas. Delizli no había venido ese día, así que la maestra le encargó al "Jefe de Grupo" que tomara ese trabajo y otros para entregarlos cuando llegaran. Por cierto, aun tengo pendiente entregar a los maestros el justificante de Delhi.

Identifiqué su trabajo y lo lei según yo para obtener alguna información extra de ella, ahora que tenía la oportunidad. Vi lo común: datos típicos de examen y unos horrores de ortografía fatales, pero vi otra cosa que hasta ahora no se me ha pasado, ya verán por qué:

Delhi no cedió a narrar una historia que cuente con edades, fechas, nombres de las escuelas en las que había estudiado y otras cosas que uno pone en una breve reseña suya, sino que habló de un compañero: con faltas de ortografía expresaba que desde la primaria había tenido que soportar a un "niño" que la molestaba mucho, que era un tonto y que tuvo que soportarlo seis años. Cuenta que al meterse a la secundaria creía que se iba a ver librada de aquel chico, pero para su mala suerte él también "había quedado en el mismo salón" y que tuvo que soportarlo otros tres años porque le caía muy mal, y que ahora que entraba a la prepa esperaba que ya no se encontrara con él (aunque ni siquiera nos habíamos visto antes, extrañamente pensé que se refería a mí, aunque en el fondo sabía que no era así), pero que ahora tuvo suerte porque, a pesar de que había quedado en la misma preparatoria, donde ahora estudiamos, lo dejaron en otro salón, y es entonces cuando su léxico se vuelve más jubiloso.

También contó que era la más pequeña de sus hermanos, y que ellos la querían mucho, al igual que ella a ellos. Hubo un retazo mal redactado al que sólo le pude entender que llevaba las mejores calificaciones en la primaria.

Aquella chica, por más huesuda e inmadura que sea, reconozco que resultaría ser un buen banquete para pubertos como ella, pues es bonita, y no dudo que aquel chico la molestara no precisamente porque le cayera mal, pues fue ese el error que yo cometí con Claudia Judit, que por cierto está en la misma prepa estudiando (los años hurtaron su gracia).

Aquella niña, Delhi Denizli, por más inmadura que me pareciera, y por más irritado que me puso cuando me hacía indirectas, me ha dado una valiosa lección. Mientras yo leía su relato, que de una mísera cuartilla no desbordaba, me quedaba perplejo, y realmente me conmovía leer lo que tenía escrito. En tanto que cada uno de sus horrores ortográficos desfilaba ante mis ojos, toda la ira, el resentimiento y la negatividad que sentía por ella se fue borrando, como quien perdona y olvida una herida.

Yo la juzgué por lo superficial y tonta que era, pero, por más vacía que se mostrara, descubrí que en el fondo ella es una mujer con sentimientos, y aunque no los muestre estoy ahora convencido de que ella es especial: sacó buenas calificaciones en la primaria y dice ser muy querida por todos sus hermanos mayores. Además, si nos vamos por el lado psicológico, analicemos: qué mente la de aquella chica, que, en lugar de limitarse a mencionar siquiera el nombre de alguna de las instituciones donde había estudiado, se había explayado contando sus sentimientos, pues casi todo su relato estuvo orientado al chico que la molestaba.

Si voy y le pregunto (supongamos que me llevo con ella) que si cree que la maestra de español lee los trabajos que le entregamos, estoy casi seguro de que su respuesta sería "no" o "no sé", lo que me indica que lo que escribió no fue un texto pensado en que tenía que terminar esa odiosa tarea, sino más bien fue una confesión en la que expresó su vida pero de forma personal, no académica como yo lo hice, y creo yo que eso vale mucho.

No me importa que mañana y los días siguientes me odie y me siga echando indirectas, pues ahora, haga lo que me haga, yo ya no la odio, la aprecio: sé que su manera tan frívola de comportarse no es más que una máscara que todos nos ponemos durante la pubertad, pero que afortunadamente el tiempo desgarra.

Hilsen

sábado, 3 de septiembre de 2005

Androides 17 og 18

Estuve pensando en un ratito de descanso y llegué a una conclusión: los Androides #17 y #18 no deben su nombre al orden en que fueron creados realmente, sino a su edad.



Hilsen

Cosas de niños

Hace rato estaba leyendo el libro de "Los Porqués de la mente humana" en la mecedora que está en el patio delantero de mi casa, a la vista de cualquiera que cruce la acera. Leyendo me distrajo una voz que oí:

-... y entonces ¡asu! allá en la escuela...

Era un niño de unos 5 o 6 años, quizá ya había llegado a la primaria. Iba sin parar de hablar, tomado de la mano con su joven madre, que bajo el sol apurada lo conducía sobre la semi ascendente calle.

No pude verle el rostro a nadie, pero la forma de caminar y la posición que llevaban la reflejaban por todo el cuerpo: el niño iba vigoroso y entusiasmado con su relato, mirando al frente (y otras veces volteaba hacia los lados), pero muy atareado narrando una prodigiosa aventura; la madre, joven y bonita, lo tomaba de la mano para que su acelerado paso no dejara al niño fuera de vista: hacía calor y llevaba la cabeza inclinada hacia el frente para no sentir tanto el pesar de los rayos del sol sobre su faceta; aparentemente seria y con prisa.

Yo había dejado de leer en cuanto noté que era un niñito el portador de la voz, volteé a verlo y lo seguí con la vista hasta que la pared de mi casa no me dejó verlos. El niñito relataba la asombrosa historia de un escorpión en su escuela; sí, un escorpión que el niño había visto:

-Y el escorpión estaba vivo... -hubo una pausa inquieta-, ¡ah, no!, estaba muerto, el escorpión estaba muerto... -narraba eufórico.

La madre parecía no oirlo.

Todos tenemos problemas en mente: yo tengo algunas broncas de la escuela y asuntos aquí en la red qué atender. La mujer seguramente tenía pendientes algunas cosas qué arreglar con el gobierno o en algún establecimiento donde fuera a pagar, por lo que tendría que salir acompañada de su hijo, pero por más que su hijo entusiasmado la hacía de cronista, la madre, cuyo rostro no pude ver, estaba más sumergida en sus propios pensamientos: en medio de un calor proveniente de un sol al que las nubes no se atrevían a obstruir, había que saldar asuntos 'por ahí'.

El niño, por el simple hecho de ser persona, tenía también sus propios problemas: aquel escorpión, ¿estaba vivo o muerto? Sin duda es un gran dilema, aun más ponderante que el mío; de hecho creo que no puedo comparar mis problemas con los suyos.

Yo sé lo especial que es para un niño de su edad el que un padre escuche las aventuras que él narra: cuando yo era chico me obsesionaba al narrar a mis padres acontecimientos que me habían sucedido (mayoritariamente en la escuela). Son momentos verdaderamente especiales, y, por consiguiente, fáciles de arruinar.

En el libro ilustrado "Con Ojos de Niño" de Francesco Tonucci vi un capítulo (página 79 por si lo tienen y les interesa) donde un niño llegaba de su escuela con la mente llena de cosas: una rana, el pizarrón, una niña; al entrar a su casa dice: "¡Hola, mamá! ¿Sabes? Hoy..." la madre le interrupme con una efusiva orden para que se lavase las manos, el niño accede y todas sus aventuras se escurren con el agua por la tubería.

Varias veces he contado mis misiones por otros paises y varias veces se me ha salado el cuento. Ahora, leyendo aquel libro que me explicaba el síndrome de omisión, oí la voz de aquel pequeño inocente relatando su fantástico encuentro con un moustruo parecido al euriptérido del Silúrico. Lo seguí intentando imaginarme su momento en la escuela, y entre esa imaginación me recordé cuando iba en primer año de primaria, a la edad de él: estaba cerca de la cancha de básketbol escarbando un incierto agujero en la tierra, llenándome las uñas de tierra; escarbé durante millares de nanosegundos una profunda fosa de miles y miles de micras hasta que hice un hallazgo sorprendente: una mina de barro.

Corrí con los demás y les dije que había descubierto una mina de barro: todos corrimos hacia donde estaba mi avertura y sorprendidos y emocionados cavamos durante todo el resto del receso, mientras que al entrar a la clase no hablábamos de otra cosa que lo maravilloso que había resultado tal revuelta, al día siguiente fuimos y estaba menos profunda: cavamos por todo el resto del receso acumulando el barro cerca del agujero. Creo que ese día lo dejamos por la paz.

Quizá esa vieja mina, abandonada había servido de refugio para una serie de moustruos que a lo largo de las generaciones se fueron reproduciendo: una especie de dragones pequeños que tenían sus crías entre el valioso barro, y que perduraron hasta que yo salí de la primaria, la secundaria y ahora que estoy en la prepa, eran el terror de los alumnos de ahí hasta que un valiente misionero tipo Indiana Jones se atrevió a desafiar al líder mounstruo: un titánico escorpión negro que lo quería matar con su aguijón para comérselo.

Por la primaria llegaban rumores de todos lados: los niños de primero hablaban de un mounstruo que vivía en las profundidades de una mina de barro; en las noches de hambre salía por comida a la escuela: venados, jabalíes y otros mamíferos zuculentos que se podían ver por entre el bosque que había detrás de la escuela. Lo peor venía cuando el hambre le venía en la mañana: salía a la escuela en busca de niños. Nunca salía en receso porque podía ser asesinado por los niños, aunque sin duda se necesitaría de muchas víctimas para consumar tal acto. Era, en definitiva, el terror de todos. Las familias de niños tenían que darle tributos al dios malévolo para aplacar su ira.

Cierto chico, un valiente temerario testigo de los sufrimientos de su pueblo, decidió poner fin a esa criatura:

-Lo siento, colega -le decía a su otro amigo de primer año-, debemos acabar con esa enorme criatura antes de que haga estragos en todo el pueblo.

-Pero ¿qué no has oído de las personas a las que ha matado?

-Me tendré que enfrentar a mi destino, ¿me acompañas o rehusas?

-Ahh, está bien, iré contigo.

Se prepararon: en una mochila cada uno metieron utensilios de comida y algunas armas y trampas para el animal. Acamparon una noche, pero sin resultados.

Temprano al siguiente día, cuando todos estaban en clases, ellos salieron en busca del escorpión. Fueron hasta su guarida donde oyeron enormes gruñidos y quejidos; lanzaron rocas y dinamita para hacerlo salir. El escorpión había visto alterada su paz y salió para acabar con los impertinentes que osaron en disgustarlo.

Al salir, ambos se escondieron en una piedra. El temerario hizo una seña a su 'Robin' y éste asintió: salió de la piedra y ante el escorpión se burló: "¡hey, aquí!". El escorpión volteó y se disponía a prensarlo con sus tenasas. El temerario salió de atrás y con una soga ahogó un grito, pero logró lazar por el aguijón al animal enorme, casi del tamaño de un tiranosaurio. El escorpión agitó su aguijón y zarandeó al temerario.

El valeroso guerrero que iba con él tomó un par de cuerdas anudadas (slipknot), una en cada mano las malabareó y logró sujetar con cada una las tenazas del escorpión, que mientras intentaba liberar sus tenazas cada una sujeta y su cola de la otra cuerta, se mecía y se meneaba desenfrenado haciendo que sus contrincantes se agitaran por el aire cayendo en la tierra.

Era una escena terrible: el polvo sacudido por los jóvenes, los gruñidos y chillidos que emitía el gigantesco mounstruo, los dos valientes gritando descontroladamente meciéndose por el aire, bailando entre las rocas y estrellándose contra la arena que estaba cerca de la cancha, a kilómetros de los maestros y las aulas, en medio del desierto.

-¡Sujétalo de las tenasas! -le dijo el temerario a su amigo-, ¡tengo una idea!

El amigo del temerario hizo un esfuerzo sobrehumano para controlar las tenazas del escorpión que revoltoso las agitaba, mientras que el temerario soltó la soga que sujetaba su cola para correr hacia la mochila que traía, sacó un par de dinamitas y una navaja que sostivo con sus labios.

El escorpión, con la cola liberada, lanzó su aguijón en dirección a la pierna del camarada, quien, viéndose atravesado el muslo con la enorme aguja, soltó las cuerdas. El temerario se apresuró a sujetar la soga que había dejado y se trepó por ella hasta quedar cerca de su aguijón, sujetado por las vainas que formaban su negra cola. Lanzó unas puñaladas y cuchilladas hacia el aguijón hasta que lo cortó, oyendo cómo el animal sentía el dolor. Se dejó resbalar por su cola hasta llegar a su acorazada espalda. Trabajosamente cruzó através de ella ayudado de las manos y los pies, con las dinamitas en un cinturón que tenía. Llegó hasta la parte superior de su cabeza y le clavó cada una de las dos dinamitas en sus ojos y luego las prendió. Saltó y cayó en la arena junto a su amigo. El escorpión se estremecía de dolor aproximando sus tenazas a sus ojos para librarse de la dinamita.

No llegó a tiempo. Hubo un par de estallidos que hicieron trizas sus ojos.

El temerario dio apoyo en su cuello y hombros al brazo de su desvalido amigo para que se parase. Juntos corrieron vacilantes abrazados, su amigo cogeando corría, en tanto que el escorpión seguía moviéndose.

Corrieron y corrieron hasta que estuvieron fuera de su vista. Hicieron un angustioso peregrinaje al rededor del desierto hasta llegar al pueblo a dar las noticias.

Todos fueron tomados como héroes por todos. Hicieron una gran celebración. Lo único que podían comentar en la clase era aquella hazaña de cómo habían acabado con aquel gigante. Ambos fueron nombrados héroes.

El temerario salió con sus otros amigos al portón de la escuela, donde ya lo esperaba su madre acalorada para ir a su casa. Durante los siguientes días el temerario calló aquel suceso a su madre hasta que un sábado 3 de septiembre, en uno de los acalorados viajes que hacía su madre con él para arreglar cosas de adultos, el temerario narró a su madre su prodigiosa hazaña:

-... y entonces ¡asu! allá en la escuela...

Le contaba de cómo, con su malherido amigo, se debatían entre la vida y la muerte para librar a la aldea de aquel pesar. Su madre ni siquiera lo escuchaba, iba más ocupada pensando en lo que tenía que hacer, sorda a las palabras de su hijo. Y con mucha razón: qué de relevante puede contar un niño de su edad... sólo es cosa de escucharlo y escucharlo mientras habla.

Hilsen

viernes, 2 de septiembre de 2005

Andares distintos

Hoy ya es por fin viernes: sin preocupación de que mañana me voy a tener que levantar temprano para ir a lamer unas cuantas botas (sólo unas cuantas, pues maestros como el polaco tienen botas de charol que ellos mismos bolean), y eso es bueno porque tengo sueño, hambre y no he tocado mi mochila más que para sacar mi par de plumas que necesitaba.

Me han ocurrido varias cosas, pero con este sueño y hambre no dan ganas ni de estar sentado aquí.

Iba saliendo de la escuela con unos amigos platicando cosas de amigos que salen de la escuela. En mis posts voy a mantener en anonimato los nombres de mis compañeros siempre y cuando sea necesario o se me de la gana (en este caso son las dos cosas).

Monserrat, una niña simpática de lentes muy alegre, David que es alto, moreno y corpulento, y Antonio, delgado, cabello corto y piel clara (y yo, claro) ya salíamos de la escuela hacia la autopista para recoger el autobus.

Monserrat nos contó que, así como la veíamos de alegre, tenía muchos problemas en su casa que ni imaginábamos, nos contó que para su mamá ella era un cero a la izquierda y que no le hacía caso, que una vez se había tomado varias pastillas de golpe y otras cosas que ya ni recuerdo (y eso que fue esta tarde); David la escuchó, se quitó los audífonos de los discman que tenía a bajo volumen y comentó:

-¡Uh!, esos ni se comparan con los que yo tengo, los míos sí son problemas -No comentó sus broncas.

Yo de antemano sabía que el otro, Paco, también tanía varias broncas más, pues soy su amigo desde más tiempo. Yo, pues tengo los míos, y sí que son bien grandes pero que supero. Reaccioné: los cuatro teníamos problemas familiares.

Recordé que cuando iba en la secundaria, mi maestro de Formación Cívica y Ética, que siempre conocí como Villareal, nos dij0 que todas, todas, todas las familias tenían un problema en su casa, que no por que viéramos al vecino elegante y alegre dijéramos "yo quisiera tener una familia como esa" o cosas así, pues él también tiene sus problemas. "Sólo que unos tienen problemas así" y separó sus manos a una distancia de medio metro vertical, "y otros... así", dijo juntando más sus manos. Ese argumento con todo y manos que nos recordaba a menudo, me enseñó que, en efecto, todas y absolútamente todas las familias tienen un problema entre ellas mismas, unas más grandes que otras.

-Pero -continuó- la forma de resolver esas diferencias es por medio de la comunicación.

Y era cierto: todas las familias tienen problemas, unos más grandes que otros pero al final de cuentas eran problemas; y todos esos problemas podían encontrar una solución gracias a la comunicación y dependía de la comunicación que tuviera esa familia el que los problemas se resolviesen: si había buena comunicación, los problemas se resolvían (aunque siempre iban a surgir nuevos), pero de lo contrario, al no haberla, los problemas además de empeorar, se acumulaban con los que luego arremetían destruyendo a la familia.

Esa fue una de las lecciones que hacen que nunca olvide ese maestro, que es uno de los pocos a los que he respetado verdaderamente.

Los cuatro que íbamos caminando por la calle teníamos gruesos problemas familiares, me pude dar cuenta, y todos presumíamos de tener los más grandes que los demás. Pero vemos que no todos tenemos el mismo comportamiento: mientras que yo opto por estudiar y leer todo lo que veo (psicología, idiomas, bloggear), Monserrat es una chava alegre y con carisma. Eso, además de depender de la especie de problemas que tengan, depende de la psicología que tenga el individuo, y ésta depende de la formación familiar y en parte de la herencia, de la capacidad autónoma que tenga el incurrido para salir adelante y las influencias que lo rodeen.

Yo no tuve las mejores influencias, pero tengo una capacidad que hace que, aunque preste mucha atención a lo que se dice en mis contornos, sólo hago caso de lo que me parece mejor (sea razonable o no, pues yo soy demente).

Tan sólo ese recorrido que tuve hoy me ha servido para aprender algunas cosas, mientras que me deja reflexionando en otras.

Hilsen