jueves, 26 de marzo de 2009

Una mordida piadosa

Esto viene siendo la otra parte de: El Crepúsculo de Salem, aunque no lo es realmente.

Hace un rato (varios minutos pero, creo, sin exceder la media hora) mi madre me habló:

-Darío ven, ¿quieres oír algo?

Supuse que me iba a contar algo sorprendente; su tono no era el de una chismosa o morbosa social, más bien era algo natural, pero serio.

-¿quieres oír algo... no sé si... "espeluznante" o "triste"..

-Ajá -le respondí mientras iba a acomodarme cerca de donde estaba ella.

Los 2 albañiles y mi abuelo están en mi casa arreglando varias cosas, llevan como 2 semanas con ello.

Ella me dijo que había oído a los perros de una vecina que vive a 6 u 8 casas más para abajo (mi calle está ligeramente inclinada), los perros ladraron y ella salió. Vio a mi abuelo regresar con, ¿una vieja pala?

Le preguntó qué ocurría y él le contestó que los perros habían acabado con Salem: al parecer él estaba echado entre un árbol de tulipanes buscando sombra mientras continuaba con su agonizante reposo.

Los perros salieron y, dado que son agresivos, se le abalanzaron sin contemplaciones, lo agarraron con los colmillos y lo llevaron arrastrando hasta adentro de la casa de la vecina.

Así murió Salem.

Cuando terminé de escucharlo lo primero que comencé a sentir fue ira y muchos deseos de venganza hacia esos animales, pero guardé la calma. Me quedé pensando mientras mi madre me contaba pormenores, lo que había pensado, lo que acordaron (no decirles nada a los vecinos porque quizá Salem ya estaba muerto, lo cuál es falso porque según los cálculos que iba haciendo cada que lo veía, no era aún hoy el día).

Sentado en la única mecedora que hay en la sala para sentarse (mandamos a remodelar los muebles) me mecía un poco mientras pensaba, me imaginaba los sucesos, sentía muchos deseos de venganza y maquinaba planes.

Mi ira no fue solo por Salem: ellos hace poco habían asesinado a la gata de mi vecina, de la misma forma: la agarraron entre los 2, clavaron sus colmillos en ella y no sé hasta qué punto la dañaron físicamente en lo que murió.

-Pinches perros, solo son valientes con el débil -dijo mi madre.

Los perros son agresivos y ladran mucho, y yo seguía pensando: el Salem y la Pupu tenían 2 cosas en común: eran viejos ya, sin energías y habían dejado de alimentarse y beber agua dedicándose solo al reposo.

Seguí pensando sobre lo justo o injusto que ocurrió con ambos gatos: estarían débiles, sin comer ni tomar agua, sufriendo en agonía la llegada de aquel que nos espera a todos con los brazos abiertos y su frío beso. Vegetales mirando la tierra y aspirando el polvo durante horas, día y noche. Los perros les dieron una muerte rápida, y dolora por supuesto, pero acabaron con algún sufrimiento que se podría seguir prolongando más días.

Así mismo pensé por otra parte: no estoy tan seguro de que haya sido con buena voluntad la acción de los perros: quizá hubieran hecho lo mismo con algún otro gato que pasara algo enfermo y desprecabido, pero joven.

Sea como sea, al menos en el caso de Salem, tengo una coja creencia de que fue lo mejor que le pudo haber pasado, sufrir mucho y morir rápido.

Ese fue el fin de mi gatito negro Salem, después de años de vida (5 o 6 tal vez): agonizar durante varios días e ir a una mata de tulipanes a buscar sombra mientras llegaban sus verdugos.

Ya que es un gato negro, busqué fotos por Internet y encontré una de un gato parecido a él, pues aunque gatos negros hay muchos, cada uno tiene su mirada, su contextura, el filo de su rostro y su expresión. Este es muy parecido a Salem cuando era un poco más joven, ya que mi gato tenía buen cuerpo, brazos y piernas fuertes y un toque de seriedad en su mirada:



Para estas fechas ya estaba un poco más flaco por la falta de comida y con algunas canas salpicadas en su cuerpo, pero en sí, más o menos este era él de joven.

lunes, 23 de marzo de 2009

El Crepúsculo de Salem

Creo que mi Salem, mi gato, está muriendo.

Desde hace unos días atrás (cuatro, más o menos) ha cesado de comer, de caminar, de levantar la mirada, de vivir.

Primero estaba algo desganado comiendo una pieza de pollo asado que le invitó mi mamá pero apenas y la mordisqueaba; al día siguiente en la mañana estaba acurrucado en un lugar de nuestro jardín junto a unas macetas húmedas que le daban sombra.

Pensé que simplemente estaría cansado pero fue hasta en la tarde, cuando mi madre me hizo notar que seguía allí, en esa misma posición, desde en la mañana, cuando me di cuenta que algo grave le estaba pasando.

Ahora han pasado unos 3 o 4 días y su vida es la misma: se pasa horas en una misma posición: hecho bola o tirado nada más, respirando poco y sin voltear o siquiera inmutarse ante algún estruendo. Hace más de una semana hay albañiles trabajando en el patio trasero de mi casa y el techo, removiendo, taladrando, untando semento, derribando cosas y remachando otras, el ruido es constante, pero Salem ni siquiera voltea a ver a los ruidos como todo gato curioso, solo 'está'.

Desde el principio, al verlo mal, le preparé leche en polvo que tenemos en la casa, rápidamente la tomó con entusiasmo, y asumí que estaba envenenado (un gato envenenado puede salvar su vida si toma mucha leche y aceite orgánico a tiempo, lo suele hacer por voluntad propia y con mucho entusiasmo). Bueno, más en la noche que me tuve que levantar a cerrar una llave, me di cuenta que había vomitado: no pude ver casi nada por la noche pero por el olor concluí que era vómito, por el color que apenas se notaba por una luz que estaba en mi casa y por la lámpara que llevé vi que era rojizo, ni hablar de la forma en que me enteré que había vómito en medio de la oscuridad.

Los siguientes días le he estado preparando y sirviendo un poco de leche (poca porque no ingiere mucho) que él ha tomado poco a poco.

Definitivamente ha dejado de comer: ve las whiskas y las huele, pero ya no come, y si intenta comer algo, su estómago lo vomita, incluso la leche y el agua son vomitadas la mayoría de las veces, es como si su estómago haya dejado de moverse y solo acepte líquidos... a veces.

En la tarde, como a las 2 o 3 PM, estaba en un estado de verdad desolado: tirado como bulto, respirando de forma casi imperceptible y sin hacer caso a cualquier llamado. Mi madre y yo tuvimos que acercarnos y persuadirlo varias veces con palabras para convencernos de que no estaba ya muerto.

Ahora mismo está hecho bola en mi patio trasero, viendo a la nada, con la boca humedecida con saliva y tierra del suelo que se le adhiere por mantener la cabeza y la mirada sin despegarse del mismo.

Es algo evidente: cuestión de días para que él muera y no vuelva más a probar una whiska o brincar intrépidamente por las bardas y los techos de los vecinos día y noche como siempre lo hace. Mientras tanto se encuentra en un sufrimiento que aguanta callado hora tras hora, desde que sale el sol en la mañana hasta cuando se hunde en la tarde y pasa el calor de estas épocas, cada vez más flaco, débil y mirando al suelo y a la tierra, perdiendo toda voluntad y sueño que pudiera tener.