sábado, 18 de noviembre de 2006

Un Agujero Negro en La Tierra

Hablemos de un mundo que corre de pasado a futuro, en el que el presente no existe: el nuestro.

En la antigüedad los continentes estaban unidos y la humanidad estaba envuelta en una enorme manta de ignorancia, donde el temor a lo desconocido imperaba a donde la vista pudiera girar; eso proponía pensar que, en explicación a aquel temor de saber que junto a nosotros, arriba y abajo, hay cosas que desconocemos, debía haber alguien que controlara todo eso que tornaba en pavor, pero, ¿qué ánima sería aquella que controla todo esto que nos da terror: este mundo?

Otra cuestión que seguramente fue propuesta en aquellas lejanías del tiempo pudo ser: ¿habrá algún lugar en el que nuestro alrededor no nos atemorice? con el subconsciente sugiriendo: ¿habrá algún lugar en el que no temamos a lo desconocido?

Por más que la humanidad antigua avanzaba sin conocer el entorno que le rodeaba, se daba cuenta que todo lo habido en este mundo le causaba un temor nato, por no saber de qué se trataba ni cuáles podrían ser realmente sus fines, ¿quién controla todo esto que me da miedo?, ¿habrá algún otro lugar controlado por otro ser en el que en cualquier lugar que me sitúe me sienta seguro y no tema?

¿Cuál podría ser aquella entidad?, ¿qué hace que los rayos sean tan estruendosos y destructivos, y que los mares se vuelvan oscuros e infinitos en el horizonte? Debe ser alguna clase de ser superior a nosotros. Soy un hombre del pasado y no sé qué palabra podría acomodarse mejor con aquel ser, así que inventaré una: Dios.

Dios, ¿qué podrá ser?

Dios es una entidad superior a nosotros los hombres, el que provoca que en la noche caiga la oscuridad, el que oscurece el cielo a la llegada de los rayos.

Pero, ¿quién, entonces, crea y custodia aquel lugar en el que no hay que temer a nada? (Asumiendo, inconscientemente, que tal lugar existe).

La explicación que inventaré es que, siendo Dios una entidad superior a nosotros, debe ser otro Dios el que controla aquel paraíso.

Entonces hay dos Dioses: uno que es dueño de este mundo, en el que los temores están a la orden del día y en el que una herida causa dolor; otro es el dueño de un mundo que desconozco, que nunca he visto y no me consta que existe, de un mundo que se me acabó de ocurrir hace unos minutos, en el que el temor y el dolor no existe, un país en el que sólo basta estar para ser feliz, sin miedos, temores ni dolor alguno, donde hay mucha luz y está ese otro Dios que nos promete Paz, Amor y Luz sin necesidad de esforzarnos para conseguirla.

Habiendo más de un Dios se deduce que existe una raza de Dioses, que son seres muy poderosos y pueden crear mundos a su disposición, pero, ¿por qué uno decidió crear un mundo lleno de tinieblas en el que habitamos, y el forjó un mundo sin temores ni culpas?

Cuando éramos chicos, mi hermano y yo reñimos porque tuvimos ideas diferentes: él creía que la vida se conquistaba con trabajo, y que cada uno debía trabajar para conseguir lo suyo, y yo sostuve que la naturaleza nos había facilitado las cosas dándonos la los frutos; a él no le gustó mi argumento sobre poco-trabajo y otro que expuse, y a mí no me gustaron sus ideas sobre que cada uno debía conseguir lo suyo, haciendo poco recurso en la ayuda y la reciprocidad. Desde entonces nos odiamos y no nos hemos vuelto a hablar, cada uno agarró su camino e hizo su vida conforme a sus creencias.

Quizá ellos eran dos Dioses hermanos, que tuvieron ideas diferentes, pero como ellos son Dioses su riña debió ser mayor; probablemente uno se inclinó por el amor y la bondad y otro por el odio y el miedo y se separaron para que cada uno hiciera su mundo acorde a sus ideas.

Mi hermano Caín acabó de morir, y a pesar de lo distantes que hemos estado todos estos años, lo añoro y lo quiero; me pregunto dónde habrá ido, ¿dónde se va después de esta vida?, ¿dónde habrá ido mi hermano? ¿Es a caso que fue al otro mundo con el otro Dios? Pienso que después de morir, todos los humanos vamos a la otra vida, al nuevo mundo con el otro Dios que nos protegerá del mal.

Probablemente estos hayan sido los pensamientos de la humanidad antigua, donde su temor a lo desconocido les inspiraba ideas macabras de lo que realmente es el mundo. Si ellos hubieran nacido sabiendo, entonces conocerían la realidad física de los rayos, el por qué se marcha el sol y el invierno trae nieve congelante. Conociendo estas cosas ellos ya no tendrían miedo a lo que los rodeaba, pues sabrían hasta dónde puede llegar su entorno, y el poco miedo que tendrían, se iría desapareciendo con el crecer de las generaciones, quienes irían descubriendo más y más, hasta comprender que el miedo es la representación de todo lo que no se ha descubierto.

No habría necesidad de crear Dioses para explicar las circunstancias, y es que la idea de un Dios era la materialización de un ser supremo a los humanos, que conoce y puede crear muchas cosas. Un Dios como ser humano superior a otro ser humano, con la capacidad de crear mundos enteros y que conoce las cosas, frente a otro que ignora hasta su existencia.

Dos humanos se miran cara a cara:

Un Dios que conoce este mundo, que tiene explicaciones para los terribles rayos, las bestiales olas de los oscuros océanos, la fría oscuridad de la noche, el lóbrego misterio de la vida y la muerte; que no teme a su mundo porque lo conoce y conoce sus límites.

Otro Dios que desconoce la realidad de las cosas, asustado por este mundo y sus misterios, partidario a la cobardía, la debilidad y el miedo, que se aferra a la idea de otro mundo en el que no hay que trabajar para conseguir los alimentos, que colgarán de los árboles y brotarán de la tierra, esperando a que desnudos alarguemos la mano y los ingiramos; uno que cree en un 'cielo' en el que no habrá problemas que enfrentar, vida que conquistar y cosas por conocer, puesto que ahí las cosas se resuelven con amor: todos los cuerpos emanan amor y reciben el amor de otros, no habrá miedos qué enfrentar (no existirá lo desconocido), todos estarán cerca de un gran ser que los hará sentirse seguros y que los protegerá del mal (pues ellos no se sienten seguros ni pueden protegerse sin ayuda), y no habrá muerte.

Evidentemente hay un Dios (ser humano) más fuerte que otro.


El caso no es meramente ese; son sólo antecedentes históricos que me acabo de inventar, como Abel acabó de inventar sus Dioses y sus mundos, pues un ser humano es capaz de crear mundos y seres dentro de su mente, sólo debe retar a lo desconocido, el problema es cuando el mundo de alguien (sus ideas) se escapan sin estar bien sustentadas y se riegan en los mundos de otros creando un error aparentemente eterno que pasará a ser un paradigma difícil de vencer.

El tiempo ha pasado (por disposición de Kronos, claro está) y la humanidad ha ido cambiando, mundos nuevos crearon revoluciones para romper barreras.

En estos tiempos la tecnología avanza a un nivel desmesurado; mientras los continentes se separan cada día más, la gente se une más y más fracturando el muro de la distancia con el Internet; las ciudades marchan muy a prisa siempre, dominados por el tiempo, que se torna cada segundo más corto, esclavos de sí mismos y del sistema, del mundo.

Las ideas nuevas crecen como una gran masa que devora lo viejo para crecer y expandirse, dando lugar a cosas nuevas.

El pasado es un vestigio que dio forma a lo que apenas va a ser, y, ¿qué es el presente de un respiro, sino su pasado (el presente inmediato)? El futuro está ya, aquí ahora, gritando para manifestarse.

No hay tiempo para errores, pues éste se está terminando, está muriendo, mientras sus esclavos imploran un cambio a un nuevo mundo, que no es otro que este, pero con distinta realidad.

Debemos hacer un cambio crítico, totalmente perpendicular hacia otro ángulo más liberal, forjando ideas nuevas, dudando de las viejas, mirando al frente, usando al pasado de escudo y al presente inmediato como espada, atacando al futuro.

El 'mundo' ya no es como el de la antigüedad, en el que los continentes se separaban, donde los seres también se separaban, pues había mucho espacio deshabitado qué poblar, era un big-bang en la tierra en el que el mundo era la expansión, la idea, el modo de vida, era la expansión. Mas, ahora, aunque los continentes se sigan disparando a lo lejos, que pronto será lo cerca, la humanidad crece por todos lados, brota de los árboles y de la tierra: estirando el brazo a cualquier lugar se encuentra un humano que está cambiando, que migra hacia otro lugar que ya no está despoblado, sino ocupado por otros humanos que también emigran.

El mundo presto comenzó su etapa de contracción: el efecto secundario, la consecuencia, lo que el tiempo habría de traer en algún momento de la historia, la contracción de la humanidad a pesar del mundo; la gente está cada vez más y más cerca.

Es necesario encontrar ya aquel punto de realización que servirá como escudo para lo que viene, si no podemos situar la libertad pura en nosotros mismos, formaremos parte de toda la materia que se contraerá cuando la tierra se vuelva más chica.

Así pues, la tierra se está contrayendo como un agujero negro, que con su gravedad cada vez más poderosa, atrae a todo lo que esté cerca, para pasarlo a una dimensión desconocida, como todo lo que hasta el momento nos aterra, y quien no esté preparado, no sobrevivirá y pasará a ser materia contracta.