miércoles, 16 de mayo de 2007

Rosa Miriam (tercera parte) (segunda parte)

DE LA TERCERA-PRIMERA PARTE:

[Sábado, 11 de agosto del 2007 - 11:46 PM]

Después de arduos pasos llegué de nuevo a la cafetería, no recuerdo si Maryana y Laura me preguntaron qué tal, no puedo ni siquiera presumir si sí o no porque esa parte está borrada de mi mente, pero sí me acuerdo que estaba platicando con ellas y, como si tuviera sueño, posaba mi cabeza en la mesa, sobre mi mochila que era almohada al tiempo que algo les decía y miraba a la pared (la mesa estaba pegada a la pared) y mis lágrimas querían salir de nuevo, pero las contuve y sólo lograron humedecer mis ojos.

Estuve platicando otro rato con ellas hasta que llegó un amigo, Juan, ya he hablado de él; los cuatro nos quedamos platicando un gran rato y reíamos... bueno, especialmente yo con aquella costumbre de reírme de cualquier tontería: escuchaba algo y de alguna manera mi cerebro le daba prioridad a la búsqueda de coincidencias que me hubieran hecho reír con anterioridad.

En ningún momento me olvidé de todo lo que había ocurrido, pero sin duda la risa es un muy buen dopante; en una de esas enormes carcajadas que di, no pude contenerme tanto que tuve que hacer lo de hace rato: posar mi cabeza sobre la mochila y mirar a la pared, pero riéndome, y, recordando bien lo que hace antes me acababa de pasar, lágrimas brotaron en mí; supongo que las habré dejado ser libres porque tendría la excusa de mi exagerada risa.

No recuerdo nada más de ese día porque ha pasado tanto que no logro ya tener las cosas en su cronología como cuando recién comenzaba todo esto, pero seguramente ocurrió alguna de las anécdotas en casa que habré contado anteriormente, o la misma rutina: jugar juegos de Pc estruendosos para distraerme, sentirme como todo un monstruo por las noches y adorar cuando quedaba profundamente dormido, pues era como morir y no sentir más el dolor cuando despertaba.

Hace rato leía uno de esos powerpoints que vienen en las cadenas de hotmail que citaba: "si el primer y último pensamiento de tu día fuera esa persona, si el deseo de estar juntos llegara a apretar tu corazón... Agradece... del cielo te enviaron un presente divino: el amor".

Se los dejo, no sé cuándo me lo enviaron pero lo acabo de leer hoy y personalmente me gustó mucho esa presentación:

CONSEJODEUNENAMORADO.pps

Y cuando escribía el párrafo anterior a esta idea pensaba en Rosa: el PRIMER pensamiento que tenía cuando despertaba, inclusive seguro que antes de abrir los ojos era ella, así como también era el pensamiento con el que acababa dormido. El pequeño problema era que no era un pensamiento de ternura, sino de dolor, de todo el dolor que había sentido y que sentía en esos segundos, algo nada grato para mí: toda una tortura.

A los pocos días le volví a pedir que habláramos. Sabía que esta era la vez decisiva, pues yo ya sentía demasiado expuestos mis ruegos y ella, mostrando paciencia. Nuevamente me hizo esperar hasta el último instante, se puso a hablar algunas cosas con Sugey, nunca sabré si relacionadas conmigo o con otras cosas pasajeras. Estaba cerca de la puerta del aula, ubicada en la parte final de la planta alta de uno de los edificios de la escuela. Al fin habría llegado:

-... -ya olvidé lo que me dijo exactamente, pero no era nada más extraordinario que algún "qué pasó" o "ajá, qué me querías decir, Darío".

No me gustaba que estuviéramos cerca de Sugey y de otros cuántos que estaban ahí cerca.

-Vamos más para allá -le dije con firmeza en el rostro y seriedad en mi modo de hablar; no es que fuera a llorar pero tampoco me sentía en calidad de decirlo con tono natural.

-¡Oooyyyy contigo! -exclamó con molestia, pero lo que no creo olvidar es la cara de disgusto que puso, pues nunca se le veía enojada a ella, y quizá a veces lo estaba pero lo sabía disimular muy bien, mas ahora no, ahora dejó fluir su expresión.

Avanzamos rápidamente unos pasos. En otras circunstancias ese suceso me hubiera bloqueado por algunos segundos los reflejos para todo, pero la discusión que iba a tener con ella era para mí algo más delicado.

-¿Estás enojada?

-Nno -me dijo con aquella voz dulce y poniendo una cara de tranquilidad para contestar, con los ojos cerrados y las cejas algo alzadas. Tampoco se me olvida lo linda que me pareció aquel día: "qué linda, la quiero tanto" pensaba mientras veía lo que ya no estaba en mis manos ni a mi alcance, pero persuadí.

Hablamos de lo de siempre, pero los dos sabiendo de alguna manera que esa iba a ser la última conversación al respecto que tendríamos; no voy a describir mis insistencias, mis intentos de convencerla de que realmente la quería.

Ella me dijo con mucha calma que necesitaba pensarlo más tiempo ("¡¿más?!" pensé) porque no sabía lo que iba a hacer con su vida: estaba pensando en meterse a un convento. Pero me decía que no era seguro, que ella estaba muy confundida y no sabía si elegiría esa o seguiría con su vida, pero que ella sentía que allí terminaría.

A mí la noticia me cayó muy de sorpresa, como un rayo, y le creí, nunca se me pasó por la mente lo que me dirían amigos semanas después: "inventarme que se vuelve monja para que la dejara en paz", desde el momento en que Rosa me dijo eso le creí y nunca dudé que si ella decía que quizá allí iría es porque eso estaba en su cabeza.

Me dijo otras cosas, algún detalle que otro de sus planes pero no los recuerdo porque no eran algo importante y lo demás que hablamos fue lo de siempre: las nulas esperanzas que debía tener.

Luego se fue y ni siquiera recuerdo en qué dirección, pero se fue y yo me quedé con algunas lágrimas haciendo mis ojos brillantes. Llegó Juan, mi amigo y me dijo:

-Hey, ¿todavía quieres que haga algo más o... ya... nada? -Estaba también en este lío y hablaba por ella en mi favor, pero usando otros argumentos, argumentos basados en la lógica, en lo que era, es decir, el punto de vista de una tercera persona que era él, argumentos basados en un esquema muy diferente a mis por-favores y peticiones de oportunidades.

-No -le dije con voz tímida y casi sin aliento, meneando la cabeza.

Él, al ver que yo estaba recargado en aquel extenso balcón que atravesaba todo el pasillo y con mi cara expuesta a cualquiera que pasara por el camino de abajo, me sugirió que me pasara a otro lado, sosteniendo que ahí habría muchos impertinentes.

-No, no importa -le respondí con la misma voz triste. No me interesaba que alguien me viera llorar, ya no me importaba nada. Aún así me dijo "vente, vamos" y yo lo seguí, más por acompañarlo que por eso de que me vieran, y no estaba para resistirme a nada, sólo podía pensar en esa noticia.

Caminamos un poco a las escaleras, nos sentamos en los escalones de en medo y me dijo que le platicara lo que me había dicho. Creo que no lo volteé a ver a los ojos por lo llorosos que estaban; mi tristeza hizo que usara la menor cantidad posible de palabras para confirmarle que ya nada se podía hacer.

-Me dijo que a lo mejor se va a un convento.

Olvidé la expresión, credibilidad o respuestas suyas, olvidé mucho ese día por pensar en ello, quedé demasiado conmocionado con esa noticia.

Mi corazón se negaba a perderla. Un par de días después, o quizá tres, o cuatro, estaban transmitiendo un partido de fútbol en la televisión de la cafetería y yo fui ahí para distraerme un rato, luego Rosa le hablaría a Juan para decirle no sé qué cosas y después de que hablaron... no recuerdo lo que pasó, pero tan desesperado estaba que de alguna manera ya me encontraba platicando con Rosa, bajo algún pretexto, no sé con qué escusa fui, pero ahí estaba, preguntándole alguna cosa que ni siquiera me interesaba. Luego le dije que si por alguna razón deseaba volver conmigo, que la seguía esperando, en ese entonces ella haría otro gesto de "¡diablos, cómo no me deja en paz!" con los ojos cerrados que supo disimular muy bien con una sonrisa y simplemente asintió, para dejar morir el tema.

Y realmente que era insistente, ahora que ya me encuentro bien siento hasta vergüenza contar que pasé por tales insistencias, por tales hostigamientos, pero fue diferente en aquel entonces. La vi vestida tan bien, tan guapa, tan atractiva que le hice una pregunta que desde que la formulé en mi mente sabía que era tonta y carente de sentido:

-Oye, tú vas a ser monja, ¿qué no les prohiben estar vestidas así? -está bien, me sentí tonto cuando pregunté eso y me siento tonto ahora que lo recuerdo, pero quería, necesitaba esta enganchado a ella el mayor tiempo posible; y ella, haciendo uso de una de las cualidades que hicieron que la apreciara tanto, no me trató como un tonto y sin problema alguno me aclaró que en efecto era como yo pensaba, pero que aún no estaba enlistada y que de momento podía vestirse como ella quisiera.

Estábamos recargados en unos barandales cerca de la parte de atrás, cerca de donde me le declaré tratándole de sacar tema de conversación para no apartarla, pero ella tenía que ir a no recuerdo dónde y tampoco podía estar obligándola a estar al lado mío y e fue. Al darme la espalda y caminar hacia su destino volteé a ver sus nalgas.

No sé si ya había comentado esto antes... creo que no: las nalgas de Rosa eran una parte física de ella que yo admiraba mucho, además de sus ojos, sus labios carnosos y sos pestañotas bien grandes, me gustaban mucho sus nalgas. Si una mujer es esbelta o delgada casi no tiene glúteos y busca pantalones de mezclilla para que condicionen la vista, y si se ve a una mujer con un buen trasero, seguramente tendrá sobrepeso o alguna llanta, aunque sea pequeña, rodeando su cintura, sin embargo Miriam era esbelta (que no flaca) y con un cuerpo que, aunque no era de una chica de gimnasio, no se podía despreciar, y sus nalgas eran a la medida: buen volumen, no pequeñas, tampoco desparramadas ni caídas, ni eran normales, eran un poquito más grandes, pero proporcionadas, firmes.

De hecho podría jurar que son las mejores nalgas que he tenido el gusto de ver en toda mi vida: generalmente las nalgas son en proporción a el sobrante que tenga una mujer en su cintura, y cuando empiezan a ser grandes caen un poco, pero ella era delgada y con buen trasero, sin caerse, no era duro, pero tampoco flácido.

En fin que cuando la vi de atrás mientras caminaba pensé una de tantas veces más: "¡cómo pude perder eso!", arrepentido y decepcionado de mí mismo.

Una de las últimas anécdotas que contaré sobre los últimos días de clase es que reprobé física, me la llevé creo que hasta regularización, no recuerdo pero creo que era esa. Tocaba ya hacer examen, éramos pocos, creo que la maestra dio mal el aviso y lo hicimos después, ya que es física y no puede ser que de varios de sus alumnos sólo 5 hayamos presentado ese examen.

Me encontraba sentado en una de las sillas de casi hasta atrás, cerca de la esquina pero teniendo el escritorio de la profe unas hileras adelante, no sabía nada de física y saqué un acordeón con unas fórmulas, no le entendía a ninguno de los problemas, no había aprendido nada. La profe de alguna manera de dio cuenta y vino hasta a mi lugar y me quitó el acordeón, situándolo a dos sillas frente a mí, y yo que había sentido el temor de que me anulara el examen: "en el estado en que estoy simplemente no podría pasar recursamiento".

Nota rápida: cada semestre (6 meses) se compone de tres parciales; al final del semestre el alumno tiene la oportunidad de recuperar los parciales que haya reprobado sin afectar la calificación, son unas clases y un examen o lo que aplique el maestro lo que dictará la calificación en boleta (RECUPERACIÓN)); en caso de reprobar un examen se pasa a REGULARIZACIÓN, que son menos clases y los maestros generalmente se ocupan de calificar trabajos que hayan encargado y aplicar exámenes, es donde me encontraba yo... y si no se pasaba ese examen se iba a RECURSAMIENTO, que era recursar el semestre en 3 semanas, yendo 3 días por semana unas 4 horas diarias, obviamente no daba tiempo de cursar todo pero sí se daban clases.

Pero, en medio de esos problemas físicos, mi mente transformó los triángulos y... oh! no era física, era Geometría y Trigonometría (GEYT), me equivoqué porque en segundo semestre me dio esa materia y en cuarto me dio física, que también reprobé, y era recuperación, porque no pagué dinero, de todas formas no estaba capacitado mentalmente para irme a regularización, no podría.

Bueno, en medio de esos problemas, mi mente transformó los triángulos que eran terrenos de señores o patios de casas y las letras en simples curvas y líneas de diferentes tamaños y colores hasta abandonar la realidad y volver a mis problemas; pero volver de manera profunda, porque no los había olvidado.

Recordé las cosas que me dijo y que le dije en varias ocasiones, lo que veía con Giovanni, donde sea, recordaba palabras, tristezas. Para cuando me di cuenta mis ojos estaban mirando a la ventana: árboles, una banca, barandales, el portón, otro edificio de la escuela, un día muy bonito pero que en aquel entonces no pude apreciar. Y Recordaba.

Mis ojos comenzaron a humedecerse, como cuando alguien aguanta con la boca cerrada un pequeño bostezo, sin embargo no me escurrió ninguna lágrima ni los ojos se tornaron hirvientes ni brotaron esas lágrimas que ciegan los ojos, únicamente se humedeció mi mirada.

-¿Ya, Darío? -me preguntó la maestra con tono normal, y sólo meneé la cabeza con delicadeza de un lado a otro un par de veces, sin dejar de mirar hacia la nada afuera. Hice todo lo que pude en el examen y lo dejé, sabiendo que más de la mitad de las preguntas estaba mal.

Al momento de ir por los exámenes, que tendrían la calificación final junto con la de la prueba, no sabía qué esperar hasta que con mi amigo vi nuestros resultados (él también se había ido hasta allá), saqué una calificación mayor a la de él, hablando de decimales si mal no recuerdo pero a fin de cuentas mayor, y viendo que él tenía un examen definitivamente mejor que el mío, pero sin llegar a merecer ocho.

Notamos la falla y el sorprendido preguntó que por qué, y le expliqué todo, sin vergüenza de usar la palabra "lástima", le narré la historia expresándole también lo que pensaba:

-No podría con regularización, simplemente no podría.

Era tanta la necesidad que teníamos de estar en la escuela. Estar en casa significaba imaginar muchas cosas, recordar, sentir, especular, soñar y sentir ansiedad. Por otra parte estar en la escuela era tenerla cerca, mantener mediocremente la esperanza de que pasaría caminando cerca y yo la vería, ya casi no iban alumnos, varios habían dejado de ir desde hace días y sólo se presentaban los pocos que debían alguna materia, tal así que ir al salón significaba llegar arriba de las nueve de la mañana para escoger cualquier asiento, ver quiénes ya habían llegado si es que había llegado alguien, hablar y escuchar nuestro eco que varias veces hacía que no entendiéramos lo que decíamos, irnos a la hora que queramos, en fin. Yo iba porque necesitaba sentirla cerca y verla a veces de lejos puesto que ella y su amiga estaban con sujetos de otros grados y grupos hablando cosas de últimos días de clases.

Aún recuerdo el último día de clases: era tal nuestra manía por la escuela que ese día ya no teníamos que ir, fuimos a NADA pero fuimos. No recuerdo si llegó alguien más del grupo, ni siquiera si ellas llegaron, pero ahí estábamos él y yo, que ya nos habíamos visto lagrimear el uno al otro con anterioridad. Ponía canciones que me hacían sentir más deprimido de lo que estaba: Wherever You Will Go - The Calling y otras por el estilo.

Estábamos sólo nosotros dos y el eco no me dejaba entender bien las cosas que me decía, sus ojos lagrimeaban pero yo ya estaba acostumbrado, además de que quería también hacer lo mismo por mis problemas; supongo que estaba tan cansado de sentirme así que no lo hice, aunque eso no me salvaría de más al rato. Tomamos nuestras mochilas y nos fuimos, no las habíamos visto ahora que recuerdo, en ninguna parte. Salimos y las vimos caminar varios pasos frente a nosotros con otros chavos del siguiente año. Juan y yo nos miramos a los ojos y volvimos a nuestras especulaciones.

Decidimos no ir directamente a la casa: fatal. Avanzamos en la tan conocida bajada del CETis que toma como el 75% de los alumnos y pasamos por el dichoso parque, nos sentamos ahí un rato a escuchar "Ella necesita" de El Chapo :-S, era nuestra forma sana de ser borrachos en un bar emborrachándose mientras hablan pestes de las mujeres hasta perder la cordura y comenzar a decir linduras de ellas.

Paso siguiente agarramos un carro para ir a mina, a Santa Clara, a nuestra querida ESTI 8, la secundaria donde estudiamos él y yo, llena de recuerdo que, al menos para mí, no tenían NADA que ver con las situaciones de ahora. Vimos a la única generación que conocimos en tercer año donde yo no conocía a nadie (sólo conocía a compañeras de segundo grado y una que otra de primero pero de vista, eso cuando iba en tercero de secu), luego los de segundo y primero, unos verdaderos enanos... seguimos el camino que seguíamos para tomar un carro en aquel entonces (otro carro, ruta y precio) pero pasamos de largo al centro de Minatitlán, la forma urbana de Naranjito y Minatitlán Municipio (aún más, diría yo, que el Bulevar Institutos Tecnológicos), compramos una horchata que sabía deliciosa y perdimos el tiempo vagando y viendo nada.

Tomamos un carro y nos fuimos a casa, después de comenzar la primera de las salidas que conforman la próxima temporada de mi travesía por mantener bajo control mis sentimientos y pensamientos, temporada que en un principio dispuse de narrar aquí para no sacar una tercera parte de tercera parte, pero al ver que las letras eran cauces y con las palabras podrían hacerse vías férreas... anido otro capítulo.

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