miércoles, 16 de mayo de 2007

Rosa Miriam (tercera parte) (primera parte)

...Y pintaban los últimos días de clase...

Tratamos de ser amigos.

Ella hizo un buen trabajo, demostró superar las cosas rápidamente, en cuestión de muy pocos días sonreía tan radiante como cuando la conocí. Yo, por mi parte, me la pasaba muy callado, mirando muchas veces al vacío y con una cara muy deprimente, me torné retraído y no hablaba casi con nadie, sentía que si entablaba una conversación con cualquier persona iba a acabar contándole lo que me pasaba y, por consiguiente, llorando, decidí que era mejor callarme.

Le rogué muchas veces, pidiéndole una segunda oportunidad, diciéndole que si quería volver conmigo me lo hiciera saber, que no volvería a defraudarla. Así pasaron los últimos días en la escuela. Tenía miedo de llegar a mi casa: saber que no tendría contacto con ella, sea para llorar, para rogarle, necesitaba verla, saber qué es lo que estaba haciendo, observar su rostro.

¡Mi casa!

El que se supone debía ser un templo de la intimidad y mi esencia personal era un sitio de ansiedad.

El tiempo aquí en casa pasaba más lento, los segundos pesaban más de la cuenta y dentro de mí (mi corazón, mi pecho, mi estómago) había una sensación de vacío, como si un vórtice gravitacional estuviera absorbiéndome por dentro. Imploraba al tiempo que avanzara más rápido y miraba con desdeño al reloj.

Todo era tan llano, tan obvio, tan deprimente, me mareaba en mis propios pensamientos.

estaba muy mal del corazón y yo temía a las canciones, y es que ahora con todas me identificaba. Las canciones que antes oía porque me gustaba su letra, ahora las oía para conseguir respuestas en sus mismas letras; los temas resaltaban a mi imaginación cuando oía cualquier canción, y era entonces cuando me exclamaba: "¡Es que todas tratan de amor o qué!".

No recuerdo qué tanto de esto había comentado anteriormente, pero ella padecía un mal del corazón. soplo cardíaco. Según me contó, esto le había pasado cuando era niña, pero le había vuelto hace poco: era frecuente verla en un estado débil, me decía que varias veces no desayunaba, no comía y en algunos casos tampoco cenaba, cosa que a mí me resultaba difícil de creer. Pronto comenzarían los desmayos y el empeoramiento de su "mal" como le empecé a llamar después de enterarme por Google que el soplo no es una enfermedad: días antes de que termináramos faltaba mucho a la escuela porque estaba con citas con un cardiólogo del IMSS, sufría desmayos a veces (nunca presencié uno) y varias veces iba a dar a la enfermería de la escuela. Afortunadamente su amiga, Sugey, siempre estaba con ella y Rosa siempre la buscaba cuando se sentía mal, eso me quitaba una gran preocupación de encima, pues hay que recordar que Rosa no me incluía mucho en cuestiones personales.

En sus temas de conversación metía mucho a la muerte, y no es que para mí sea un tabú, por el contrario en estos días estoy haciendo yo mi testamento "por si acaso" pero de eso ya hablaré en otro tema, el punto es que metía la muerte en varios aspectos y eso delataba cierta atracción interna hacia ella. Me decía varias veces que pronto me iba a librar de ella, que en unos seis meses ya no iba a dar para más, y aunque ella no se diera mucha cuenta, esos comentarios me destrozaban por dentro, pues era cuando estaba comenzando a enamorarme perdidamente.

Me acuerdo de una vez, creo que éramos amigos con derecho (o quizá ya novios), fuimos al parque y ella me contaba que se estaba sintiendo mal los últimos días, me dijo que tenía una cita en el IMSS (el seguro de gobierno aquí en México) pero que no iba a ir porque al seguro era para cuando ya se fuera a morir, yo le decía y le insistía en que no... pero yo era muy diferente a que ahora: era más reprimido, reprimía mucho lo que pensaba, a diferencia del cinismo con que a veces digo las cosas al público presente (que no es lo mismo que andarlo escribiendo). Le quería decir tantas cosas cuando me platicó eso en el parque pero mi novata boca, estímula a las estupideces que en aquel tiempo hablaba, sólo daba a decir argumentos pobres como que no era cierto eso, le pedía que fuera, que intentara recuperarse... y no encontraba en tiempo real las palabras que escritas seguro la convencían.

Acabé llorando.

Se me soltaron unas lágrimas, y es que era la primera vez que lloraba en público, me daba mucha vergüenza porque cerca estaban mis otros amigos (estábamos nosotros dos del otro lado de la banca, que era cuadrada con un árbol en medio (algún día mostraré una foto)) que pronto se dieron cuenta. Sí, fue una vergüenza llorar, pero una vergüenza a la que, con el tiempo, me iría acostumbrando.

Al final me acabó diciendo que sí iría, que me calmara, que ya iba a ir. Cuando oí eso, a pesar de que me sentía algo más avergonzado pensé: "...al menos el primer paso ya está dado" y no podía contener mis lágrimas.

Lo cuento así ahora, pero al principio, aunque los hechos exteriores fueron los mismos, en mi interior no sabía lo que pasaba, estuve días y días pensando en por qué se me habían soltado aquellas lágrimas de repente, no encontraba respuestas.

-¿Por qué te pusiste así ayer? -me preguntó Rosa al día siguiente, camino al parque.

-No lo sé, créeme, no es que no te lo quiera decir, de verdad no sé lo que me ocurrió.

-¿No sabes, o no te quieres dar cuenta?

-Quizá es eso, que no me quiera dar cuenta, el caso es que no sé y no logro atinar a la respuesta, pero me gustaría mucho saberlo.

Lo descubrí muchas semanas más tarde en una de mis reflexiones.

A lo que quería llegar hace varias líneas era que una vez, después de que cortamos, ella se sentía mal y después de que salió de la enfermería resolvió ir a su casa, me ofrecí para acompañarla y le estuve insistiendo a pesar de que me decía que no, pero le insistía porque de antemano sabía que ella es de las personas que no quieren ayuda, a ella le gusta mucho ayudar pero es muy renuente cuando se trata de recibir ayuda, le argumentaba que me dejara ir con ella, nada más pasarla a dejar y punto, y una de sus amigas que se encontraba con ella en esos instantes (no Sugey) le decía, en otras palabras pero con estilo parecido, que no fuera tonta y que dejara que yo la llevara.

Se terminó cuando ella encontró a un primo que tenía en (creo) sexto semestre, quien al final resolvió acompañarla. Se fueron y después los vi cómo cruzaban la calle para esperar un taxi mientras su primo la iba agarrando, mientras yo me daba vuelta e iba a la escuela a no hacer nada más que deprimirme y dejar que aflore mi ansiedad.

Más tarde, mientras chateábamos me dijo que se había desmayado (escrito con buena ortografía, que tampoco tengo tanta memoria como para acordarme hasta de dónde no le puso acento):

"qué no me viste, íbamos cruzando la calle y me desmayé y casi caigo al suelo, pero mi primo me alcanzó a agarrar".

Supuse que debió ser cuando me di la vuelta.

En otra ocasión, ya prácticamente finalizadas las clases, por esos mismos días, iba a ir a una alberca con unos amigos. Recuerdo que había ido a la escuela porque iba a hablar con Rosa de algo específico, no recuerdo si esperaba una respuesta final suya o simplemente iba a tratar de hacerla entender de lo que sentía.

El punto es que quedamos de ir a una alberca pero les dije a los demás que luego los alcanzaría, que debía entras a unas clases o no recuerdo qué fue lo que inventé. Un amigo, Juan, se quedó conmigo porque ya sabía del asunto (estuvo metido en él, era de los que ibamos al parque).

Hice un examen de recuperación de alguna materia y luego busqué a Juan para que me dijera dónde estaba Rosa, me dijo "está en este salón de al lado, pero se siente muy mal, está muy mareada, ve pero NO SE TE OCURRA DECIRLE NADA NI HACERLE NINGÚN COMENTARIO SOBRE ESO, déjalo para mañana".

La encontré en la silla del escritorio, recostada en la misma mesa que se ocupaba como escritorio, con la cabeza y las manos en pos de descanso. Me acerqué a ella y le pregunté con suavidad (cuando uno anda mareado lo último que espera es que llegue alguien con voz fuerte a hacer ruido en su mente) que cómo se sentía, qué le pasaba y cosas por el estilo; ella sólo me daba un frío "nada", "un poco mareada pero no es nada" sin verme a los ojos.

Le dije que la quería mucho, que no me gustaba verla así, y que si necesitaba algo o la podía ayudar en algo que me lo dijera. La acaricié de su cabello, ella no me miraba y se le escapó una pequeña lágrima del ojo que le sequé como ella secaba mis lágrimas aquel día en que estaba de rodillas junto al cubículo. Pasó un tiempo en el que quise estar con ella, pero de la nada se paró y salió del salón.

Me quedé un corto tiempo adentro pensando en por qué había querido salir. Salí y le pregunté a Juan que dónde había ido, me respondió que se fue de largo, directo al salón donde íbamos. Caminé por todo el pasillo de la planta alta hasta llegar a la otra esquina y entrar en el que antes era mi aula. La vi en la misma posición sentada en la silla y con la cabeza en el escritorio, pero ahora era al revés porque las cosas estaban orientadas al otro lado. Fui hacia ella y le dije que qué tenía, que por qué se había ido; no recuerdo si me respondió. Lo que sí es que al poco tiempo volvió a marcharse y caí en la cuenta de que me estaba evadiendo.

Fui a preguntarle a Juan y me dijo que ni siquiera la había visto pasar, entré al salón donde estaba antes y ahí seguía, en la misma posición, le pregunté que por qué me evadía y otras cosas, no recuerdo qué me habrá dicho pero sí que se volvió a ir.

Salí y la encontré por donde estaba platicando Juan con otros compañeros del grupo, estaba sentada en la escalera, muy mareada y recargada en esa cosa donde se agarra uno cuando baja de las escaleras, que no es barandal porque está hecho todo de concreto. Intenté conversar con ella pero de nuevo me evadió pasando apenas unas líneas de diálogo.

No recuerdo qué había ocurrido después pero ella se fue al hospital con su madre en un taxi, mi amigo y yo partimos para la alberca, caminamos de la escuela al parque de la Ordaz y en el trayecto me preguntó si había hablado yo con ella sobre el asunto, le dije que le había hecho unos comentarios. Tomamos un taxi hasta el Casino Petrolero y llegamos.

Compramos algunas cosas antes de meternos, luego nos quitamos la ropa hasta quedar en short los hombres y short y una camisa las mujeres porque eran las reglas, metímonos a unas regaderas para mojarnos antes de entrar y voilà! chapuzón todos. Yo tenía muchísimo tiempo que no probaba el agua de esa forma, ni dulce ni de mar.

Fueron varias horas en que nos la pasamos de lo mejor en la alberca, no sé si habrá sido por el tiempo que tenía sin meterme a una o porque de verdad era divertido, pero los intentos de nado que hice, los concursos que nos inventábamos y las pláticas que surgieron durante ese largo tiempo en que no había ni cinco personas además de nosotros en el agua (las demás que en un principio eran muchas se fueron retirando) hicieron que me olvidara TOTALMENTE de todo lo sucedido.

Le dije a Juan con complacencia:

-¡Oye, de veras que con esto hasta se me olvidó lo de Rosa

-Sí, esto es bueno para desestrezarse -no sé si así se escriba.

-Me siento culpable porque mientras nosotros estamos aquí divirtiéndonos ella está en un frío hospital medio desmayada, débil y luchando por su corazón.

-No te sientas mal wue, tú hiciste lo que pudiste y de ahí ya no podías hacer nada, ya lo demás queda en manos de sus padres y ahí pues ya no puedes hacer nada- algo así me dijo, pero la idea y las palabras claves eran esas.

-Bueno, sí es cierto.

Y seguimos. Largo rato después nos retiramos, comimos lo que habíamos comprado y en una escapada a buscar otras cosas para comer que estaban en las maletas hicimos esa nueva conversación porque, aunque sabía que era cierto todo eso que me decía, no podía evitar sentirme un poco culpable por disfrutar mientras ella se encontraba débil de estado.

Y así, salimos de la alberca como a las 4, 5 o 6 de la tarde después de entrar como a las 11 o 12, fuimos a Chedraui que no está muy lejos de ahí (desde el punto de vista mío porque todos los demás se morían por ir en taxi), comimos pizza y hablamos de muchas tonterías en los que felizmente me fue imposible sacar mi mente de las risas e historias que se contaban.

Cuando volvía en taxi con Juan vimos pasar a un sujeto llamado Giovanni que en esos tiempos salía de sexto semestre para entrar en carrera.

Giovanni es un tipo que conoció Rosa en diciembre del año pasado (estábamos en primer semestre) (y vaya, no me acordaba de él hasta que tocó relatar lo del taxi :-S ¿eso es bueno o malo?).

Él quería con Sugey, la amiga de Rosa, pero ella nunca con él; unos días después de que cortamos me enteré que a ella le gustaba él, y de hecho parecía interesada en llegar a algo más, lo buscaba y lo trataba de una forma 'especial'.

Hubo un buen embrollo en que Rosa parecía no saber lo que quería exactamente, ergo si lo quería a él o solo era locura suya, yo me sentía muy opacado, nervioso y con ansiedad. Me enteré un tiempo de que ella se molestó con Sugey por algo relacionado con él, creo que porque Rosa quería con él y él con Sugey, pero ella no le hacía caso. Fuera de ese argumento tan tonto que ni recuerdo si era precisamente eso... no podía imaginarme a Rosa enojada :-S Su reacción fue que cuando varias amigas y ellas fueron al parque a refrescarse por el calor que hacía, Rosa decidió apartarse con otra amiga a otra banca para no estar cerca de Sugey, la reacción perfecta de Rosa en caso de enojos según la he conocido. Justo cuando estaban platicando aisladamente en otra banca, un joven pasó rápidamente llorando por el parque y Sugey fue a él.

Nos remontamos a otro día... y vaya que los pocos días que hubieron entre mi truene que fue CASI CASI al final de clases y el final de clases fueron demasiado cruciales, porque como he empezado los párrafos, muchas de las cosas ocurren "un día" y luego "otro día" después "cierto día" que todos esos días son esas tres semanas que nos echamos en los que acabaron las clases y nos recuperamos (calculo que será una semana de final de clases y dos haciéndonos tontos en recuperación por no querer abandonar la escuela, porque ambos sentíamos repulsión a encadenarnos a la ansiedad de nuestras casas y esperar el siguiente día de clases).

Nos remontamos a otro día... Yo me encontraba pensando mucho en las cosas entre Giovanni y Rosa, me sentía muy humillado y maltratado sentimentalmente mientras pensaba en que después de tomar esa dura decisión cuando recién me enamoré, después llorar día tras día en la cama y muchas veces al día (las que no las pasaba con ansiedad y aguantando las lágrimas) y en la escuela y frente a otras personas, ella ya sonreía y se había olvidado de mí, ya cortejando con otro sujeto que, en cima de todo y seamos francos, estaba horrible (hasta ahora no entiendo qué le habrá visto).

A mí me consolaba la idea de que él no le correspondía por Sugey. Mi amigo y yo nos pasábamos haciendo muchas especulaciones tras especulaciones de lo que podía pasar y de lo que podía sentir cada uno, inclusive un día le hablé por teléfono a mi amigo para que me explicara cómo podían ser las cosas y me dio sus conclusiones, de las cuales estaba muy seguro. No le entendí a nada de lo que me dijo y le pedí que me lo explicara como tres veces hasta que acabé dibujando en una hoja una especie de organigrama pero con flechas de orgías que al final no logré entender ni yo.

Cierto otro-día leí su correo (cuando andábamos me dio su contraseña) y leí un mensaje de él, de Giovanni, en el que recitaba algo muy por el estilo:

tequiero te quiero tequiero te quiero tequiero te quiero tequiero te quiero tequiero

hola solo kiero desirte que desde ke te konosi no he podido dejar de pensar en ti
eres una persona maravillosa y me encantas mucho
estoy super clavadisimo contigo
te quiero mucho

tequiero te quiero tequiero te quiero tequiero te quiero tequiero te quiero tequiero


quizá los "te quiero" en realidad eran "tequierotequiero" o "tequiero tequiero", no lo recuerdo, el cuerpo del mensaje era más o menos el mismo: líneas cortadas con faltas de ortografía y letras Ka, creo que el fondo era verde y las letras anaranjadas, no me acuerdo en realidad.

Fue ahí cuando mi corazón se quebrantó mucho, la vi más el doble de perdida de la ración que me tocaba ese día. Ese mismo día en la tarde se conectó al Messenger aunque no me habló, le dije que me borrada de su lista de contactos, que ya sabía que no quería ni hablarme ni saber nada de mí (tenía otras razones poderosas para pensar que así era pero ya se me olvidaron, seguro que en el momento menos oportuno de mi vida las recuerdo), me respondió que estaba loco, pero yo veía en las opciones que aún me tenía agregado, le volvía a insistir en eso y me decía lo mismo.

Finalmente entré en su sesión y por obviedad en la máquina donde estaba (la de su abuela) se debió haber cerrado. Vi que aún me tenía y que luego volvía a iniciar sesión. Después de jugar un unas tres veces con eso le hablé a su celular para decirle que ya había entrado a su correo y veía que aún me tenía agregado. No le podía hablar bien porque donde estaba no había mucha señal, me dijo que le hablara en una hora aproximadamente en lo que llegaba a su cara y recargaba el celular.

Esperé impacientemente ese tiempo y luego le hablé diciéndole que yo era el que estaba entrando a su correo, por eso se le caían las sesiones, le dije que ya sabía que no quería saber nada de mí ni le interesaba, que no quería que me tuviera más en su lista de contactos. También le dije que me había dado cuenta de muchas cosas, argumento que le repetí minutos después. Le confesé que había estado checando su correo y me había enterado de lo de Giovanni y de otro sujeto llamado Bernardo.

Ella se indignó y se molestó mucho por lo que hice (y quién no), pero era la amable Rosa Miriam de la que me enamoré: en ningún momento me gritó ni me insultó, me dijo que cómo me había atrevido a meterme con sus cosas personales, que ella me había dado su contraseña porque confiaba en mí y no pensó que fuera a hacer algo como eso, que su vida era SU vida y yo no tenía ningún derecho a meterme en ella, que no tenía por qué enterarme ni ella por qué darme explicaciones: "ahora me doy cuenta de muchas cosas" dijo mientras yo pensaba "¡eso te lo dije yo primero!". Después me dijo que me iba a mandar una copia de ese y de todos sus mensajes para que me sintiera contento, le dije que no era necesario porque los tenía guardados en mi disco duro (cosa que era cierta, por cierto).

Yo no iba en plan de excusarme ni nada, sino en plan de decirle las cosas tal como de las dije. Mi hermana estaba viendo tele y mi mamá en la cocina, mi casa es de un piso y no sé si se habrán dado cuenta de que después de estar como 20 minutos al teléfono ya estaba llorando, porque tenía que hablar un poco más en tono elevado de lo normal porque su celular a veces no agarraba la señal. Yo me supongo que al menos mi mamá me habrá oído decirle por teléfono "¡A veces me arrepiento de haberte conocido!" entre lágrimas y una voz muy quebrada, y es que cuidé ese "a veces" porque en realidad no me arrepentía de haberlo hecho, pero había veces que en medio de mi dolor pensaba en cómo sería mi vida si no la hubiera conocido.

Así acabó la conversación.

Cuando empecé a escribir esta parte de la llamada me salieron algunas lágrimas de mis ojos y cerré para poner la palma de mi mano derecha en mi frente por arriba de mis párpados cerrados mientras recordaba algo que me hizo Rosa uno de esos días (unos días antes, para ser más exactos) y que yo consideré una ofensa, una total desfachatez: Le hablé por teléfono porque necesitaba oír su voz, era de noche, iba a llover en el Naranjito y en su casa.

Le hablé y le dije no recuerdo qué, pues al final de cuentas eran pretextos que disfrazaba de cosas que tenía que decirle. Ella me comentó que le dijera porque en cualquier momento iba a llegar una amiga con que quedó de verse, le dije algunas cosas y luego por el ambientes que se oía del otro lado deduje que esa amiga ya había llegado, "amiga" porque desde que me dijo eso no le creí nada; oí que ella decía "espérame..." a la visita que al parecer seguía en el portón (vaya que soy bueno para adivinar lo que sucede exactamente detrás del teléfono ;-P ) y después me dijo "oye, tengo que colgar, es que mi amiga ya llegó" y oí cerca de ella una voz masculina, sería de alguien de 17 o 18 años: "(risas) ¡vas a ver, Miriam!" y ella respondía con otra Risa a ella (no al teléfono).

Le dije no recuerdo qué y colgué, sintiéndome tan ofendido y ultrajado que si de por sí ya sentía mucho dolor y ansiedad, ahora sentía desprecio, humillación, desconsideración y más tristeza.

Las lágrimas que solté hace varios minutos se pararon rápidamente, aunque quedé algo húmedo de los ojos porque recordé otra humillación por la que tomé sacrificio: después de hablar "por última vez" con ella, cuando estábamos en el Centro de Cómputo; hago un recuento (copy/paste) de lo que es precisamente el último párrafo de la segunda parte:

Vi con dolor cómo se alejaba hacia la puerta para salir y tomar su camino mientras yo, abatido, veía cómo todas mis esperanzas, mis planes, mis ilusiones, mi autoestima y mi mundo se alejaban poco a poco y sin mirar atrás.


Me quedé pensativo y muy, muy silencioso por dentro y por fuera, pasmado, con algunas lágrimas marcándose alrededor de mis mejillas, ese fue uno de los momentos claves que dieron un giro al eje de mi vida: todo se fue y yo estaba solo, pues ella era mi todo, y yo no tenía nada para mí mismo, pues todo era para mi todo, que fue ella.

Ni siquiera me di cuenta cuando todos salieron del centro (no había muchos en realidad, creo que las clases en sí ya habían acabado), me quedé pensando sobre lo ocurrido pero más, sobre lo que no ocurrió. Debía ser que Rosa no me quería nada, o al menos para mí se necesita mucho corazón para marcharse sin mirar atrás cuando una persona está llorando arrepentida por ti.

Una amiga, Delhi, iba saliendo del centro con su amiga Verónica y me vieron en la mesa, lleno de lágrimas y limpiándome con un pedazo de papel de baño que llevaba (creo que era para limpiarme las manos cuando me pusiera un gel que llevaba (en caso de necesidad)). Me preguntó que qué tenía y le dije que nada, se detuvo y se acercó a mí e intentó adivinar con preguntas lo que me ocurría hasta que dio: "¿es por Rosa?" y le dije que sí, luego le conté de manera breve que habíamos terminado y... no recuerdo todo lo que me dijo, sólo dos cosas: la primera era el planteamiento de una idea con sus palabras, que me calmara y ya no siguiera así; la segunda: "es que... ¿tú llorando?", por lo visto se extrañó de verme llorando, no sé qué idea tenía exactamente de mí en aquel entonces, y a mí me extrañó que le extrañara verme llorar, aunque de alguna forma eso me hizo sentir bien, será que me dio una prueba de lo que es el orgullo, después de todo el orgullo es algo que para ese entonces ya había perdido. Ya eran algunos los que me habían visto llorar por ella, sin contar quienes se dieron cuenta de cómo me sentía al día siguiente de haber terminado con ella.

Después de aquellas palabras ella se fue y a los cinco minutos habían vuelto dos amigos con los que más me llevaba, supuse que ella los había encontrado en el camino y les había dicho.

Vinieron y me preguntaron muchas de las preguntas que cualquiera se imaginaría: qué pasó, por qué, cómo, no te sientas mal, entre otras. Ellos me mostraron su apoyo, palabras alentadoras y deseos de ayudarme en lo que pudiera.

Les dije que luego los alcanzaría y se fueron (implícitamente igual que el acuerdo porque en realidad debieron haber ido a otro lado cerca de ahí. Me quedé solo pensando en todo lo que había sucedido y en cómo la había perdido; pasé de estar sentado a acostarme sobre aquella mesa con la cabeza posada sobre mi mochila, en aquellos entonces era una negra algo pequeña y muy bonita, pues era un negro muy brillante.

Aquel corredor del centro de cómputo es un espacio grande, alto y cerrado, pero sin aclimatizar dado que era un área demasiado extensa y se necesitaría mucha potencia para mantenerla a buen ambiente. Había eco, soledad y mucho calor, estaba sudando y con la cara algo empapada veía acostado al techo, al limbo en realidad, empapado por las lágrimas. Y es que después de pasar varios minutos en estado vegetal mis lágrimas se secaban, pero para cuando me daba cuenta ya salían otra vez de la nada, contra mi voluntad y eso me molestaba mucho, no es nada agradable pasar minutos y minutos llorando, los ojos comienzan a arder y a cansarse y la desesperación por no poder controlar eso afirma más el calvario.

El calor pudo más conmigo y decidí firmemente levantarme, tomar mi mochila e ir lo más discretamente a una pequeña cancha sucia que estaba a un lado del centro de cómputo, oculta a la vista de todos debido a su ubicación. Tenía que ir discretamente porque no quería que nadie viera el estado en el que me encontraba. En aquel entonces mi orgullo estaba realizando su destino: antes de Rosa era una persona hasta cierto punto orgullosa y con una dignidad con la que me divertía haciéndola parecer invisible, era alegre; después de esta experiencia que tuve y por los momentos por los que estaba pasando mi orgullo estaba en juego, sino es que el juego ya había terminado. Varios me habían visto llorar, otros lagrimear, algunos otros muy triste, otros demacrado y acabado, no podía aparentar triunfo. Mientras salía pensaba en eso: ¿qué más da que alguien más vea que tú, Darío, estás llorando? Ya poco me importaba si algún desconocido me veía llorar.

Fui a la cancha y me senté bajo la sombra de un árbol que está al lado de ella. El viento se sentía más fresco y noté la calidad de la decisión que acababa de tomar. Estuve pensando muchos minutos más hasta que vi que ese par de dos daba asomadas por donde estaba; vinieron y les dije que ya me encontraba más relajado, mejor que como estaba hace rato. Cuando se está deprimido hace muy bien estar en espacios abiertos y airados, despejan la mente rápidamente.

Estuvieron un rato conmigo dándome ánimos, hablándome de esas, unas y otras muchas cosas varias. Después hubo silencio y no recuerdo qué sucedió, pero el silencio fue muy prolongado. Bastantes minutos más tarde acordamos en que ya era hora de irnos, que no podíamos seguir ahí. Juan estaba recostado sobre una pelota desinflada que llevaba con él, le hablamos pero al no reaccionar caímos en la cuenta y nos pareció muy graciosos el hecho de que se hubiera quedado dormido. Nos alejamos por donde está el centro y desde ahí le empezamos a tirar piedritas hasta que despertó y no vio a nadie, pero enseguida fuimos hacia él a molestarlo con eso.

Ya quedando bien los tres nos dispusimos a salir de la escuela.

En el camino íbamos diciendo muchas cosas, yo me iba riendo de todo lo que ellos decían y a la vez soltaba otras estupideces de las cuales ellos se reían, especialmente de que Juan se quedó dormido sobre una pelota desinflada y algo sucia.

Entre esos recuerdos se me vino a la mente lo que había pasado con Rosa hace unos minutos y pensé en que había sido una recuperación rápida para el destrozo que sufrí en esos tiempos, y no me volví a sentir mal durante varias horas, me la llevé leve en el camino y todo quedó temporalmente bien.

Varias veces le rogué, le insistí en que lo que había hecho era porque la atención que me fue dando fue disminuyendo con el paso del tiempo hasta el punto de no hablarme, o eso es lo que trataba de explicarle ya que me tenía que enfrentar contra mi inseguridad convertida en labios y ojos tambaleantes, a su incomprensión cíclica y ciega que alegaba no inocencia, sino mi culpabilidad, y finalmente, a mi amor que combinado con mi torpeza hacían que trastabillaran mis argumentos.

Los primeros días en que le insistía y le hablaba argumentaba aquello, pero no tardé en considerar tanto sus argumentos hasta el punto de creerlos: "la culpa es tuya", "no tenías por qué hacerlo" "estábamos bien". No fue sino muchos meses después que comprendí que sí tenía por qué hacerlo, ella no me ponía atención, no me hablaba, no me volteaba a ver, entendí también que no estábamos bien; ELLA era la que estaba bien, la que tenía varios amigos de otros grupos con los que platicar en el receso o cuando pudiera, y era ella la que tenía un novio con quién pasar sus ratos libres... cuando se acordara de él.

Claro, lo comprendo ahora pero no vale eso, lo que cuenta es que tiempo atrás las ideas de ella se habían metido en su cabeza y después de poco de quebrar, era yo el que pedía disculpas, el que pedía otra oportunidad, el que rogaba, el que mostraba su arrepentimiento con lágrimas y que no podía vivir en el día ni morir por las noches.

Recuerdo en otro de los días de clases en que hablé con ella: le dije que tenía que hablar, que esta vez sería definitivo, que pensara muy bien su respuesta, no recuerdo qué me dijo ella pero al final quedó en que me la iba a decir mañana, me imagino que me debió haber pedido tiempo para pensar. Y así tuvo que ser: otro día más conteniendo mi ansiedad.

Esa misma tarde le hablé por teléfono, necesitaba mi maldita dosis diaria, comencé diciéndole que sólo le hablaba para.... y luego no pude dejar escapar algunas lágrimas mientras se me quebraba la voz y continuaba: "decirte que lo pienses bien" y estaba ya llorando, pero tratando de disimularlo lo mejor que pude.

Al día siguiente apenas y la pude encontrar, estuvo desaparecida mucho tiempo no sé dónde hasta que la vi y le comenté al respecto. Me dijo que no podía, que estaba ocupada, que tenía muchas cosas qué hacer y que la esperara no recuerdo si una hora u hora y media. Me senté por unas escaleras pequeñas de altura pero anchas de área que servían como puente entre dos caminos, es complicado de explicar la ubicación y la forma pero no era un espacio cerrado y era cerca de la entrada.

Estuve ahí el tiempo que me pidió, que de hecho fue más, más que paciencia fueron mis pensamientos los que me tuvieron entretenidos.

Por fin se acordó de mí y llegó, y digo todo eso porque mientras estuve esperando, más de una vez la vi rondando con Sugey y con Giovanni agarrándole la mano.

Fue rápida y me dijo que tenía que irse al hospital ya (eso del hospital ya lo sabía yo te antemano, me lo dijo creo que el día anterior y por eso quedamos de vernos por aquellas horas), también me dijo que no tenía una respuesta bien pensada, que no tenía muy en claro las cosas y que si yo tenía mucha prisa y quería una respuesta inmediata que ya sabía la que me iba a dar. El problema era que era viernes o jueves y yo no la vería a ella hasta el siguiente martes y eso sería mucho tiempo, pero como implícitamente ya me había dado una respuesta, resolví darle el tiempo y luego siguió su camino.

Bueno, yo no me lo esperaba de ella pero cabe decir que en toda la siguiente hora después la vi vagando por la escuela con una carpeta en una mano y la mano de Giovanni en otra, no estoy asegurando nada porque nada me consta y dejo a la imaginación los hechos que planteo. De hecho, en aquella hora o media hora que me quedé pasmado y con ansiedad (porque nunca me moví de donde estaba sentado), en algún momento de ese tiempo la llegué a ver con él hablando algunas cosas casi frente a mí, en el camino que vinculaban las escaleras que daba en la plaza cívica, digamos a unos 2 y medio metros de distancia, pero no tres. No la volteé a ver más que de reojo pero me dio mucho coraje, y ahí sí que entró en mí alguna ira, pero la actuación de aquel enojo en mí fue ridícula, pues apenas llegó, se fue por donde vino sofocada por la tristeza, el abatimiento y la reciente humillación que sentía.

El siguiente martes, esperado por mí con todo lo que ni falta hace decir (ansiedad, lágrimas, incertidumbre, falsas ilusiones, etc.), llegó. Como siempre andaba perdida por no sé dónde, no recuerdo mucho de lo que pasó ese día, sólo que después de haber hablado con ella brevemente me dijo que no sabía, que le diera todas las vacaciones de semestre para que lo pensara, las cuáles duran poco más de dos meses.

Ya sospecho muchos de los pensamientos que habrá tenido cualquiera que logre haber llegado hasta este tramo de mi crónica, pero los voy a insultar:

¡Acepté!

Así es, acepté la idea, y es que ella me volvió a repetir aquel argumento: o la esperaba o ya sabía su confundida respuesta.

Tiempo después fui a la cafetería, necesitaba distraerme y hacerme tonto para matar tiempo. Me encontré a dos amigas: Laura y Maryana, Maryana sigue estudiando y... Laura se fue.

Platicamos un rato mientras ellas hacían tareas para recuperar una materia.

Les hablé de mi problema... bueno, ya lo sabían pero les dije la conversación que tuve con Rosa y reaccionaron de la manera más cuerda posible, y aunque no recuerdo exactamente lo que me dijeron, sí recuerdo los dos argumentos más importantes: "dos meses es mucho tiempo" y el que me hizo reaccionar del estado cerebral zombie en que me encontraba: "si de verdad te quisiera no te haría esperar". Sin más les dije que tenían mucha razón y fui a buscar a Rosa, que no tardé en encontrarla, no andaba lejos.

Le dije que no quería esperar 2 meses, que era mucho tiempo y que necesitaba escuchar la respuesta ya.

Me repitió lo mismo pero en otras palabras.

-Quiero que me digas exactamente qué es lo que sientes por mí -pregunté después, y conociéndola, la respuesta correcta debería ser "amor".

-Cariño nada más, pero el poco cariño que siento se va desapareciendo -más o menos así fueron sus palabras.

Le dije que necesitaba escuchar una última respuesta ya.

-Ya sabes cuál sería mi respuesta, por eso te dije que necesitaba las vacaciones para pensar bien las cosas.

No se trataba de que pensara las cosas para aclarar si me ama o no, sino para decidir si me daba otra oportunidad o no, si le daba otro chance al culpable de todo esto.

"Dos meses es mucho tiempo" me decía Maryana y rectificaba inmediatamente Laura.

Y le volví a insistir en que necesitaba una respuesta ya. Y me miraba como cuando te mira alguien cuando le preguntas la hora o le pides la dirección de una calle, como si fuera un completo extraño.

-La que ya sabes.

Le dije que "OK" y me pensaba retirar ya, pero me detuve unos segundos porque vi que ella se retiró primero, con prisas y como si nunca hubiera hablado conmigo. El recorrido a la cafetería era muy corto desde donde estaba, así que no tuve que contenerme durante mucho tiempo las lágrimas que estuvieron apunto de comenzar a brotar, lo que no sé es si la humedad que sentía en los ojos era fácilmente visible o no.

En el corto camino recordé lo que me decían aquellas dos amigas: "si de verdad te quisiera, no te haría esperar" y luego la respuesta de Rosa con la mirada despreocupada:

-El poco cariño que te tenía se está perdiendo.