sábado, 1 de octubre de 2005

En Coatza: fuera de lugar

Hoy fui a Coatza a buscar software a su fayuca y unos libros a la "Librería Científica", y pues compré 5 libros porque todos tenían unos precios que me dije "esta oportunidad no la vuelvo a tener nunca", aunque la tengo cada vez que voy a Coatza con dinero. ¡Sólo imagínense: el libro completo de El Conde de MonteCristo... de la editorial Porrúa edición "Sepan Cuántos..." a 125 pesos! "Estos libros no cuestan lo que valen" pensé.

Compré 5 con los 360 que traía: El Conde de Montecristo, La Ilíada (que ya la tenemos pero con el precio que tiene hasta la volví a comprar), la Odisea (aprovechando), Las Aventuras de Thom Sawyer y El Poema del Mío CID. Todos los leeré cuando tenga oportunidad, pues por el momento estoy con unos 3 en lectura.

Pero eso no es lo que quiero comentar. Si bien es algo emocionante y en lo que invirtiré mis próximos ahorros, es lo que me sucedió al detenerme frente al río costero a observar unas verdes colinas que estaban de el otro lado (con la mochila cargadísima y pesada de puro libro).

Cuando iba a acercarme al estrado que está a la orilla del río, vi que venía una chica de unos 17 años, no era bonita, sólo tenía un cuerpo pasable pero no me atrajo en nada. La vi y murmuré una grosería que se traduce como "no me importa su prescencia", pues no acostumbro fijarme en los encantos de las mujeres.

Ella me vió. Yo me acerqué al estrado; para ayudar a mi espalda a sostener mi mochila pesada apoyé mis dos manos bajo mi mochila para cargarla y no hacer estragos en mis hombros. En una mano traía mi moneda de a 10 pesos para pagar el camión a Minatitlán y la otra la traía libre y semiexpandida.

De pronto, cuando ella pasaba tras de mí, mi mano sintió la suya: cálida y que apretaba la mía; obviamente todo fue a propósito: para el lugar que tenía yo la mano (arriba del trasero y abajo de mi mochila) y el apretón que me dio sólo indicaban una cosa. Bueno, me pasó su mano tibia acariciando la mía y la soltó, como saludándome por detrás, es como cuando un sujeto le entrega un sobrecito de marihuana a otro joven en secreto: tienen que rosarse las manos y permutar mercancía. Volteé aunque ya sabía que era ella, pero quería ver qué hacía. Al verla, la vi viéndome ya desde lejos (no dejó de caminar mientras lo hacía) y me miraba sonrriendo.

No sabía qué hacer así que seguí observando las colinas, estaba muy cansado para asimilar lo que ocurría (además de caminar rondando por todo el centro a pie bajo el sol, desde las ocho de la mañana tuve que ir a la prepa a hacer limpieza en el salón).

Me inqué debido a que los árboles que daban sombra no me permitían apreciar las colinas. Y a los 15 segundos de haberme incado, volteé a ver en dirección donde se había ido ella para... no lo sé, no sé por qué lo hice, el caso es que la vi que me estaba viendo. Luego se acercó en dirección mía y mejor seguí viendo las colinas para esperar algo, pues yo sabía que ella venía aca.

Y en efecto, llegó y se recargó sobre el barandal de concreto que corre por la orilla del río, se puso cómoda y me comenzó a mirar. Como yo estaba incado me dijo suavemente (tengo problemas para entender a las personas cuando hablan despacito pero afortunadamente no había mucho ruido y el mismo cansancio y calor hizo que se agudizara mi oído, no sé si les ha pasado):

-¿Y a quién le pides perdón?

-No a nadie.

-¿Qué estás viendo?

-Allá las colinas.

-¿Pero, incado?

-Sí, es que el árbol me tapa.

Y es que ella tenía razón en preguntarme todo eso, pues no se ve nada normal un muchacho incado sin moverse viendo al horizonte entre la gente que pasaba. Lo admito, hasta yo lo noté.

Entre el tiempo que estuvo conmigo, nunca dejó de mirarme fijamente a los ojos. Yo volteaba a verla pero no resistía su mirada, así que seguía viendo las colinas. No sabía qué decir ni qué hacer mientras ella no dejaba de mirarme. Oí voces varoniles a lo lejos que gritaban y ella medio levantó la mano en señal de saludo o algo así. Luego se oían varias voces que le gritaban desde lejos no sé qué.

Todo parecía indicar que ella ya se iba. Se levantó, me acarició el mentón y me dijo suavemente, como desde el principio: "ahí nos vemos, chulo", y se fue.

Me quedé unos 3 minutos más admirando esas colinas que un día de estos investigaré escalándolas para ver qué es lo que ocultan. No sabía realmente qué hacer, estaba fuera de lugar.

En fin, pesé un tiempo en lo que pasó y luego fui a la parada para ir a mina, pues ya estaba demasiado cansado y sediento. En el camión lei casi todo el libro del principito (desde el capítulo III o IV hasta es XXVI), pero a veces me detenía a pensar en ese suceso.

Realmente estuve fuera de lugar.

Hilsen

1 comentario:

  1. Es muy bueno tu relato...

    Por cierto, todos los libros que compraste de oportunidad los puedes conseguir más baratos en Xalapa o, mejor, mándame un correo y te los envío en PDF completamente gratis... tengo una surtida biblioteca virtual.

    Saludos!

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