miércoles, 6 de febrero de 2013

Episodio de disidencia en el tec

Vengo de la escuela. Mientras escribo esto son las 12:53 pm; tenía clases de 11 a 1. Llego de haber creado el caos en la clase.

Todo empezó hace una hora. La clase empezaba a las 11 de la mañana, pero a esa hora yo estaba comiendo. A las 11:30 me estaba subiendo al microbús y a las 11:55 estaba por llegar a la clase, casi 1 hora tarde. Apuesto a que en la razón de la mayoría de quienes me leen está figurándose una "gran falta de respeto", desconsideración o irresponsabilidad, y quizá tengan razón, al menos en la parte de la irresponsabilidad. Mientras tanto, yo iba caminando tranquilo, pues siempre que sé que llegaré tarde a una clase llevo una cláusula en mi mente:

"Si estoy dispuesto a poner atención y hacer todo lo posible por aprender, tengo el derecho moral de entrar".

Y bueno, tal vez ahora se entienda un poco la razón de lo que ocurrió y el motivo de esta historia. Entrar a una institución pública portando un arma como esta es por sí misma una acción de riesgo.

Abrí la puerta con la sólida intención de entrar. La profe me dijo que no podía hacerlo porque ella había dado unos lineamientos y si llegaba 10 minutos tarde no podía entrar. Y yo por mi parte no tenía ninguna intención de salirme. Bélicamente hablando, este fue el punto de choque entre dos bandos opuestos en una batalla.

Seguí avanzando y ella me pidió que me saliera.

—Deme una buena razón —me volteé hacia ella para no darle la espalda mientras le hacía la petición más crucial de todo lo que pudiera originarse.

Me repitió lo de sus lineamientos. Los dos estábamos frente a la clase, en ese bloque de suelo elevado hecho para darle autoridad al maestro. Dijo que el primer día de clases (día en que por cierto, también había llegado justamente una hora tarde) ella había dado unos lineamientos que todos habían aceptado, y entre esos lineamientos estaba lo de los 10 minutos. Mientras decía eso, yo recordaba el incidente que tuve con la maestra Ana Estela por no quererle dar los buenos días, que no he contado aquí; un incidente en el que no cedí (aunque Ana Estela lo tomó de forma neutral).

Mi postura era firme y mis intenciones de no salir eran indoblegables; di una pausa antes de hablar para clarificar bien el argumento en mi mente y no soltar cualquier habladuría temblorosa y con tartamudeos. Estaba desenvainando la espada.

—Vengo dispuesto a poner atención y aprender, y eso me da el derecho moral de entrar.

No recuerdo qué me dijo, pero era sobre la misma insistencia. Después de decir eso fui a buscarme un lugar al frente para sentarme y pude mi mochila, mientras pensaba en mi momento.

En realidad eso no era lo único que tenía en la mente. Desde que bajé del carro sentí que tenía el nudo de los zapatos muy flojo. Hace tiempo compré nuevas agujetas para mis zapatos, en la única tienda donde las vendían, pero son de tan baja calidad que se me sueltan una o dos veces al día. Así que todo el tiempo andaba caminando con un zapato flojo y eso me exasperaba un poco, porque sí lo sentía bailando mientras caminaba. Llevaba casi una hora de retraso así que solo pensaba:



Apenas conseguí una silla que por suerte quedaba libre, sabía que tenía encima a la maestra, la clase y toda la tensión que había generado sobre mí, pero debo decir que la mayor parte de mi mente, en esos instantes, estaba ya canalizada en mi zapado, porque aún cuando entraba a la clase y replicaba a la maestra, no dejaba de sentir ese molesto zapato flojo.

Subí el pie izquierdo a la silla y alcé la parte del pantalón para ver bien. Las agujetas aún tenían la forma del moño, pero ninguna sección continuaba ajustada, las agujetas estaban a un mal movimiento de soltarse completamente. Con un movimiento de dedos las terminé de desanudar y las apreté otra vez para amarrarlas; sentía un alivio tremendo porque era mucho lo que les faltaba por ajustarse.

En tanto eso pasaba, la maestra volvió a insistir. No recuerdo qué palabras usó, pero dijo que eran SUS reglas. Tampoco me acuerdo qué le contesté, para ese entonces estaba tan absorto en ese zapato que ni siquiera la volteaba a ver.

Después de eso dijo (tampoco me acuerdo en qué palabras) que si no me iba yo, se iba ella. Identifiqué rápidamente que eso era un chantaje, y solo significaba dos cosas: se había quedado sin armas, y no sabía cómo perder.

—Pues de una vez —le respondí yo. Anteriormente había creado una respuesta anticipándome a esa situación, porque era algo previsible; mi idea era responder "Adelante", mirándola a los ojos e indicándole el camino con la palma de mi mano, sin extender todo el brazo. Pero el imprevisto del zapato hizo que le dijera eso sin siquiera voltearla a ver. Lo recuerdo: toda esta charla fue relativamente corta; quizá pueda dar la impresión de que llevaba ya mucho tiempo con el zapato pero no estuve ni un minuto amarrándome las agujetas.

Cuando me di cuenta que le solté algo como eso sin verla a los ojos, aún cuando mi tono seguía siendo totalmente calmado, dirigí mi mirada a ella. Estas cosas se dicen mirando al interlocutor a los ojos.

Luego de eso fue a su escritorio y comenzó a recoger sus cosas, diciéndole a la clase que se veían mañana:

—Bye, chicos.

También estaba calmada, por una parte porque no iba a hacer un escándalo por eso, pero pude ver que había otra pequeña parte que quería demostrarme con ese "Bye, chicos" que no le afectaba en nada, cuando en realidad la había llevado a un terreno al que no estaba acostumbrada. Ese chantaje había sido su último recurso y no había servido.

Algunos de los que estaban en el salón (era una clase de unos 15 o 20) comenzaron a decir cosas; no les presté atención porque no creí que fueran a decirme algo realmente nuevo, o importante. Volteé a ver a uno, que parecía dirigirse directamente a mí.

—La responsabilidad es...

Volteé nuevamente a ver a la maestra; tenía una línea más de diálogo, que aclaro que al igual que todas las anteriores, no se enfocaban en "destruir", sino en "aclarar":

—Profe, —y al voltearme a ver— ¿va a hacer esto cada vez que llegue tarde? Porque qué tal si un día falto, por ejemplo, DOS SEMANAS ENTERAS, no es que piense hacerlo, pero en ese caso, ¿no va a dar clases todo ese tiempo?

Respondió que en ese caso iba a hacer un reporte sobre mí "que de hecho es lo que voy a hacer ahora" y que si yo creía que ella se iba a quedar como una víctima sin hacer nada estaba muy equivocado. Le pregunté, por curiosidad, a quién iban dirigidos a esos reportes y me dijo que no tenía por qué darme explicaciones porque se ve que esas cosas no me interesaban, y si no quería obedecer las reglas ella no tenía nada que ver conmigo.

Entendí que estaba dominada, y no estaba en condiciones de pensar coherentemente así que solo asentí y no dije nada más. Se fue. Después de eso los alumnos comenzaron a decirme cosas que en resumen derivaban en darle la razón a la maestra. De lo poco a lo que presté atención, no valió la pena oír nada, así que también tomé mi mochila y me fui. Busqué a la jefa de departamento de ingeniería electrónica para saber si un maestro tiene el derecho de no dejar entrar a un alumno a clase; quería saber si me había movido bajo reglas correctas, pero como no la encontré me fui a mi casa.

¿Cómo me sentí?

Debo decir que me sentí orgulloso todo este tiempo, desde que entré al salón en contra de su voluntad hasta el día de hoy. Me sentí muy orgulloso de mis acciones y de mi forma de manejar la situación. Hasta la fecha sigo pensando en que no hice nada malo, y es ella quien no supo manejar la situación.

Después del problema de ruido que tuve con mis vecinos (y en especial ese gordo violento con la inteligencia de cualquier otro animal), el cuál no conté pero terminó en una ruda venganza y en nosotros dos en el ministerio público, lo de esta ocasión me pareció un juego de niños, así que tampoco hizo que me mortificara tanto.

Solo pienso en la incapacidad de esa maestra para impartir una clase, más allá de los conocimiento que tenga, y la forma sumisa en que los del grupo asumieron siempre su autoridad, viéndola a ella como alguien que no puede equivocarse o tener la culpa en sucesos como este.

Ningún maestro tiene por qué correr a un alumno bajo motivos raquíticos como llegar tarde.


Imagen: blogopositor.com

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