domingo, 12 de abril de 2009

Rosa Miriam (sexta parte)

Hoy y ahora mi reloj marca las 8:51 pm, es de noche y es también domingo 12 de abril del 2009.

Han pasado ya 3 años desde que todo ocurrió, y si dicen que en un año pueden ocurrir varias cosas, en 3 años ocurren todavía más.

He sido algo egoísta al hablar sólo de mi sufrimiento, y es que me he olvidado de los buenos momentos que pasamos, porque los hubo, y muchos: ese es la fuente de luz de este oscuro reflejo, pero hay que recordar que este pergamino de lágrimas se convirtió en mi fiel oyente durante tanto tiempo, y será la marca de mi pasado cuando estos recuerdos se vayan alejando de mi memoria; cada que me sentía melancólico por esto venía aquí, y es que mientras algunos liberan sus penas platicándolas, otros lo hacemos mejor escribiendo (sin que por ello se deba elegir una u otra opción).


Pensaba escribir mi historia en un solo post, pero las cosas de alargaron TANTO que hube de crear una segunda parte (de hecho comencé el post alegre y con la intención de mostrar mi victoria pero los recuerdos terminaron el lágrimas), cuando estuve escribiendo la segunda parte las cosas se volvieron a prolongar y planeé una tercera parte en donde terminaría todo. La cuarta parte se trata de una conmemoración a un año de mi comienzo. Francamente no sabía si habría una quinta parte.

Saben, a la larga uno de cansa de estar sufriendo ;-)


Durante la redacción de la cuarta parte de la tercera parte estuve apunto de tirar la toalla en lo que confiere a relatar esta viacrucis que de cierta forma yo organicé, así que, por la mitad del relato, bruscamente detuve las pocas letras que había logrado traer para escribir esto:

¿Saben? Les voy a confesar algo. Ya tiene más de un año que esto ocurrió.
La fecha que ven en esta publicación es 16 de mayo del 2007 - 05:18 PM Fue la fecha en que comencé a escribir este post pero como ven es muy largo y no lo terminé.

El tiempo se lleva las emociones, justo en este instante es sábado 21 de julio del 2007 - 02:05 AM
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Ya no siento nada por Rosa, el amor, el dolor, la desdicha y todos los demás sentimientos forman parte de mi pasado. En estos últimos días he estado descargando películas, practicando programación en C, Visual Basic y Java. Inicialmente el post lo dejé muy corto, con menos de 3 párrafos porque me aburrí de escribir, después seguí con la cuarta parte, pues fue unas horas después que debía escribirse, luego siguió la Retroexperiencia y luego la quinta parte. Todo lo escribo con sentimientos, es por eso que conforme fue pasando el tiempo mi desdén por narrar esto se acrecentó.

Comencé escribiendo los anexos de Rosa.txt y Rosa - Mail.txt y la primera parte porque en aquellos entonces aún me sentía muy dolido, inclusive con la segunda parte que tardé algo más la logré concluir porque mi dolor estaba en sus últimas.

Ahora ya casi no pienso en Rosa, un año me han transformado en otra persona TOTALMENTE distinta.

Sinceramente nunca me gustó ni me gusta ahora la idea de dejar salado un post por no completarlo, no me gusta publicar esto incompleto pero la verdad es que ya pasó demasiado tiempo. Pasaba un día y escribía en unos párrafos una anécdota, cinco días después que sentía un poco de deseo pero más compromiso, hacía otros tres parrafos contando otra anécdota y me volvía a aburrir.

Así hasta que hoy estuve pensando más de lo acostumbrado en ello y resolví seguir escribiendo, he escrito desde que comenzamos en la alberca: "Compramos algunas cosas antes de meternos, luego[...]" hasta estas líneas. Lo de abajo son notas que dejaba para acordarme de lo que iba a hablar luego, porque como la historia es demasiado larga (en su tiempo ocupó el 100% de mí y de mi vida) omitía detalles, así que indicé la trama para escribir las escenas e irlas borrando, pero ya ha pasado demasiado tiempo y no sé cuánto más seguirá esto.


Después de pensarlo varias veces (y después de varios días, o semanas quizá) me dije que no sería bueno, ni justo, dejar esto a medias: lo había comenzado y ahora tendría que terminarlo, o mi obra mediocre estaría presente por el resto de mi vida, así que proseguí.


Pero lo que tengo que decir ahora, en este capítulo de conclusión, es para todos aquellos que alguna vez estuvieron en mi campo de batalla, a toda esa hueste de enamorados que así como tocaron el más alto cielo, así también cayeron en la más baja penumbra, a los que vencieron y a los caídos en batalla.

El Amor es el Amor y hay que vivirlo, sin miedo, ni al pasado, ni a lo que es, ni mucho menos a lo que pueda ocurrir después de ello, el amor es solo para los valientes.

Si eres uno de los tantos que encuentran en la idea de el suicidio un consuelo para sus desgarradoras heridas, has de saber que no estás solo, todo lo contrario: perteneces a uno de los tantos que amamos y que de repente nos hemos visto abrazando la ausencia de aquello que nos hacía no solo vivir, sino sentir el presente como nadie.

Varias, INCONTABLES veces me he visto abatido, débil y llorando mientras imploraba una explicación para ese dolor y sufrimiento que parecían no tener principio, fin o fondo.

Pero todo algún día tiene que pasar, sí, algún día. Nada es para siempre, ni la felicidad ni el sufrimiento, ambos se tienen que ver alternados por su opuesto alguna vez, pero es para recordar y apreciar lo que se posee. La felicidad por sí misma no tendría mérito alguno sin el sufrimiento: se necesita llorar para saber por qué uno fue feliz y para conocer cuánto vale esa felicidad. No se puede esperar felicidad sin sufrimiento, o sufrimiento sin felicidad en su mismo camino, jamás, porque ambas son grados de una misma identidad.

Si yo hubiera tomado un revólver, sintiendo el peso de su frío y funesto metal, y me hubiera apuntado y disparado, eso no habría acabado con mi sufrimiento, lo hubiera pausado eternamente y eso es algo muy distinto; tampoco hubiera alcanzado la felicidad y la satisfacción que ahora tengo, porque ellas llegan algún día. Ahora mismo me siento bien y estoy satisfecho, pero no absuelto de nada: han sido sanadas todas y cada una de mis heridas pero la danza continúa, es un vals en el que cambias de pareja constantemente: en un instante te encuentras bañado en felicidad, viviendo el presente y alegre por haber tenido la dicha de la existencia, y en el siguiente segundo ella suelta tus manos y te atrapa el dolor para efectuar su danza sobre tu corazón, pero ¡hey! es un compañero de baile más y su pieza de baile es algo de lo que no te podrás librar si quieres vivir. Ahora mismo me muevo en una melodía tranquila con la satisfacción, pero volteo a ver y veo a Él, estido de negro y sonriéndome mientras lentamente acerca su baile hacia mí, sonrío y continúo mi vals.

Pude también, en medio de todas esas dudas sin resolver y esa sensación de humo negro tragarme desde dentro, comenzar a ingerir una pastilla calmente o antidepresiva, y luego otra, y luego otra hasta seguir pastilla tras pastilla, revolviéndome entre píldoras y más fármacos pero, de ser así, ¿cómo entonces hubiera hecho para volar unos meses más tarde a la capital de una tierra lejana a hospedarme en un hotel 5 estrellas, con gastos pagados, comida gratis y algunas excursiones a la ciudad?, ¿y los agotadores viajes en bicicleta cruzando por varios paisajes que uno los creería solo de libros y películas, o aquella caminata en subida por las montañas del estado de México, frías y llenas de nieve, donde llegué a caer, gatear y arrastrarme por creer que ya no podía, pero a la mañana siguiente, cuando tocaba la bajada, ir decendiendo entre un bosque de árboles húmedos y verdes y rocas cubiertas por escarcha? Las pastillas me hubieran hecho sentir cada vez más débil y marchito de lo que estaba para terminar extinguiendo mi respiración y matarme, ¡pero comer unas tortas de jamón con carne, tomates y lechuga con Juan y otros amigos después de volver del río no tiene precio!... aunque sí lo tuvo, pero creo que no fueron más de 50 pesos por persona, no recuerdo.

Alguna vez he visualizado a ese chico, quien sin saber que es observado se deja caer sentado en un rincón, lleno de lágrimas, tallándose una mano desde la frente hasta arriba de la cabeza, siendo devorado por la angustia y decidido a dejar suspendido su sufrimiento con un cuchillo pequeño y filoso que habrá agarrado de alguna parte, y que con todo el ardor de su alma se va cortar todo lo que pueda de cuello. Aunque por una parte dejaría de llorar, sufrir y extender su mirada al vacío mientras piensa en lo que alguna vez fue, por otra parte, ¿quién habría invitado a salir a aquella chica o chico que una vez más te habría hecho interrogarte dónde había estado todo este tiempo?

Yo pude haberme suicidado, pero de hacerlo nunca hubiera instalado Linux en mi ordenador para conocerlo, que era algo que quería desde hace muchos años atrás, tampoco hubiera podido aprender Java, PHP, ni hubiera sabido lo emocionante que es viajar en avión por primera vez, o caminar 40 kilómetros entre frías montañas y secos campos, visualizar un negocio próspero, salir a correr por las mañanas o escribir todo esto; quitarme el privilegio de seguir soñando es algo que no me perdonaría ni después de muerto.

Alguna vez profeticé:

Y tú serás sólo un recuerdo.

Cuando sea más grande, voy a abrir aquel viejo armario que nadie conoce y voy a sacar los patines que tenía cuando era niño, voy a sacar las mochilas que llevé a la secundaria, voy a sacar los besos que me di con mis amigas, voy a sacar a Rosa Miriam, la chava a la que entregué el el cofre de mis atesorados sentimientos y que ella agitó y removió, voy a sacar los besos que nos dimos, sacaré y desempolvaré las caricias que me diste y las veces en que te dije "Te quiero tanto"; sacaré mi graduación de sexto de primaria y mi certificado de secundaria. Veré todas aquellas cosas un rato y luego las meteré de nuevo a aquel armario que siempre he tenido.


Y aquí estoy, terminando estos libros cuyo final era algo que mucho tiempo atrás vería con un "algún día", presenciando el cumplimiento de esa profecía cada vez con más lucidez.

La felicidad y el sufrimiento algún día se irán, pues ninguno ha venido para quedarse, todo aquel que haya decidido continuar la batalla lo invito a unirse al lado mío y al que no, a quien esté pensando en colgar la toalla, lo animo a que continúe luchando contra toda corriente: el camino aquí arriba es más reconfortante.

Finalmente, el camino se tiene que seguir, la indulgencia es para el que se arrepiente, y siempre habrá una segunda oportunidad para rozar el cielo con los dedos y alcanzar las estrellas con la mirada.

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